CINEMANÍA nº281

Especial Comedia
CINEMANÍA nº281
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COMEDIA EN ESCARLATA1 MISTERIOSO FEBRERO. Fuera del Canon Holmesiano hace mucho frío. Pero con unas buenas risas siempre nieva un poco menos. Por qué será que, pese al encanto oldie de los batines con nicotina de Basil Rathbone y al miedo que siempre me dieron las esquinas oscuras de Asesinato por decreto, las mejores adaptaciones libres de Sherlock Holmes (pastiches, así, con forzado acento de Deauville lo llaman los anglosajones: me encanta) han sido siempre las comedias. Algo subyace en los relatos de Sir Arthur Conan Doyle que mueve a la fina ironía ante esa pareja de solterones, el genio iluminado y su relator, una especie de espejo frente al maestro que representa el común de los mortales, por muy doctor que sea. Una pared de frontón, un testigo al que epatar, la conexión real con su público, el payaso tonto, Epi… Watson pone a Holmes al límite del ridículo y esa frontera es permeable al humor.

A la espera de que los tiempos melindrosos y ascéticos que corren nos traigan la adaptación de Los años perdidos de Sherlock Holmes (la novela en la que Jamyang Norbu cuenta que tras caer por la cascada de Reichenbach, Holmes se retiró al Tíbet un tiempo), llegan Will Ferrell y John C. Reilly al 221 B de Baker Street. No nos asustan las nominaciones a los Razzies ni los tomatazos de la crítica. Nos atrae la sucesión de gags victorianos, y la sola presencia de estos dos cómicos justifica que este nuevo pastiche de Holmes resuelva El misterio de la portada de febrero. Si Steve Coogan calza botines y Rob Brydon hace del inspector Lestrade, ¿qué puede salir mal?

POLVO DE RISA. Prueba de que la risa calza perfectamente con los casos de Holmes son los sueños detectivescos (y cinéfilos) de Buster Keaton en El moderno Sherlock Holmes. Y Gene Wilder como Sigerson, El hermano más listo de Sherlock Holmes, y también Michael Caine y Ben Kingsley con los papeles de Holmes y Watson cambiados en Sin pistas, y hasta Robert Downey haciendo de las suyas entre el frenesí de Guy Ritchie. Incluso en la serie con Cumberbatch y los dibujos animados de Miyazaki sobresalía el humor. Pero quizá la cota más alta en cine sea La vida privada de Sherlock Holmes. Billy Wilder, que llevó a un estadio entre melancólico y corrosivo la sutileza del toque Lubitsch, su maestro (escribía ante un cartel enmarcado que rezaba ‘¿Cómo lo haría Lubitsch?)’, aplicó a Holmes su máxima: “Si hay algo que odio más que no ser tomado en serio es ser tomado demasiado en serio”. Aunque misterioso, hay algo estirado en ese personaje mítico con pipa que nos distancia de él. Hay un sencillo gag (Lago Ness aparte) que nunca olvido. Wilder sabía exactamente cómo tratar a estos tipos: Holmes busca algo en su despacho desesperadamente. No lo encuentra y llama a la señora Hudson, su casera: “Ha ordenado usted todo esto contra mis explícitas órdenes de no quitar el polvo”. Hudson replica que no ha tocado nada y Holmes le dice que su sistema de archivo depende del polvo sobre los papeles. “Holmes, la capa de polvo era ASÍ de grande”. “¡Ah, entonces ese caso corresponde a marzo de 1883!”.

3 LISTAS CON LUPA. Ponga un detective en su comedia. O muchos, como en Un cadáver a los postres. Escribía Juan Cavestany que se alegraba de que El gran Lebowski no le gustase la primera vez que la vio, porque quizá solo le habría parecido bien, así, sin más. Al redescubrirla, el vínculo se hizo eterno. La película de los Coen fue la nº1 en la lista de las 100 mejores comedias de CINEMANÍA (2014). Aquel trasunto genial de detective de Raymond Chandler (si Marlowe levantara la cabeza… se tomaría un White Russian con El Nota) no estaba en mi lista encabezada por el hombre con lupa que más risas me arrancó siempre: el inspector Clouseau de Peter Sellers. Eso, hasta que vi a Woody Allen manejar las cintas del magnetofón en Misterioso asesinato en Manhattan. Sin embargo, nuestros cómicos cinemaníacos no han votado detectives esta vez. No se trataba de establecer otro ranking, sino de agitar al máximo el género: El jovencito Frankenstein y La vida de Brian han sido sus favoritas en unas listas por las que, como Borja Cobeaga y Diego San José, merece la pena pelearse hasta morir de risa.

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