CINEMANÍA nº278

Los crímenes de Grindelwald
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A KIND OF MAGIC1 MAGIA POTAGIA. Los de la caja de Magia Borrás, que en realidad somos los mismos que los que asaltamos las últimas unidades de Juegos Reunidos Geyper, seguimos teniendo pesadillas con aquella copa verde de plástico. Perdíamos la bola amarilla el primer día y luego arrastrabas ese inverosímil minicáliz de juguete durante toda la vida, olvidando para qué servía. La magia, ay, la magia. Así, en abstracto, nos sigue sonando a poemas infantiles, cuentitos de hadas y eslóganes cursis. Y la cosa, en el cine, no creas que mejora mucho últimamente: el mago de Méliès se comería el capirote solo de ver que esa horterada forrada de metacrilato de Ahora me ves... tuvo secuela. La cuadrilla ilusionista deja en un altar de estilo a Merlín el encantador, a la Morgana de Excalibur y al gran Houdini de Tony Curtis. El aire new age orientalizado del Doctor Strange, psé, tiene un pase porque es más un mentalista que otra cosa, pero que la gran cota mágica del cine moderno, que no se atreve a revisitar al gran escapista austrohúngaro ni a Mandrake, sea el enfrentamiento, con aire de espionaje industrial entre estudios, de la rimbombante El truco final de Nolan con la mediocre El ilusionista, no tiene un pase. Nada por aquí, nada por allá.

TÉ CON ARTAUD. Entre lo de Pantomima Full preguntándose para qué sirve un mago y a quién diablos puede importarle que te adivinen un naipe en pleno siglo XXI, y lo de Walt Disney, de subidón eterno con la escoba danzarina de Mickey en Fantasía, tiene que haber un término medio. Por extraño que parezca, porque no los imagina uno merendando juntos (o acaso sí, si el ajenjo del París de los años

20 sirviese para mojar pastas de té), J. K. Rowling y Antonin Artaud (del que Alianza acaba de reeditar sus textos cinéfilos) se pondrían de acuerdo. Hogwarts es lo mejor que le ha pasado a la magia desde las barajas de Heraclio Fournier, y la extensión del universo Harry Potter a Animales fantásticos y dónde encontrarlos (el informe PISA no encontrará mejor libro de texto) coincide con las citas del pensador y cineasta bartlebyano: “Si el cine no está hecho para traducir los sueños, no existe. El cine se acercará cada vez más a lo fantástico o no vivirá”.

¿En España también? Hasta yo tuve mis cinco minutos de embrujo, hipnotizado por los juegos de manos del joven Luis Piedrahita en nuestras fiestas universitarias (botellones, vaya) pamplonesas. Viendo el clamor de aquellos trucos, tiré el dinero con los fascículos de aprender a tocar la guitarra para ligar. Pero no era solo la magia, el bueno de Luis tenía el plus más importante: de entre brujos, escapistas, prestidigitadores e ilusionistas, yo me quedo con los que frecuentan otra categoría: magos del humor. A la colección mítica de Bruguera (cita obligada en el mes de Superlópez) solo le faltó que dibujase cómics un tipo tan feo como irresistible: Juan Tamariz. As de la magia y cómico primoroso, lo que apenas se sabe es que, además de Física, estudió en la convulsa Escuela Oficial de Cine a finales de los 60. Aparte de su cameo como fotógrafo en Moros y cristianos de Berlanga, dirigió dos cortos que llevan en mi wish list casi desde que le conocí en el Un, dos, tres de la Ruperta. Lejos del andén 9¾, esos pelos de Tamariz serían mi tren de la bruja favorito, el tipo de magia cinematográfica fetén.

3 HER MAJESTY. Leyese o no a Artaud y a J.K., con su nianoniano al violín imaginario, Tamariz habría sido un profesor excelente de música extradiegética en Hogwarts. Como Freddie Mercury, estrella con el nombre (ser de Zanzíbar marca) ideal para ser nigromante circense o maestro de pócimas, al que ahora rescata Rami Malek en Bohemian Rhapsody. Aunque tampoco me quedó claro nunca cuál es el perfil que reclamaba a voces en A Kind of Magic. La búsqueda de un tipo de magia que encaje bien con el cine es pertinente, pero no por sus bufandas, sus trucos o sus chistes, sino porque entronca con la esencia misma del misterio del cine. Quizá todos ellos tengan razón, y por eso ahora, en lugar de la Magia Borrás, pequeños y adultos que nos peinamos los rizos como Will Ferrell jugamos con los Lego del maletín de Newt Scamander: en lugar de una copa verde para hacer desaparecer bolas amarillas contiene un juego de té completo, by appointment to her Majesty Ms. Rowling, para merendar con pastas y que vuelvan a fluir las teorías de Artaud, los tarareos de Tamariz y la música de Queen como por arte de magia.

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