CINEMANÍA nº276

Predator - Temporada de terror
CINEMANÍA nº276
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MOVIDA DEL 191 OTOÑO. Me pasa un poco como a Howard Hawks: trato de huir de las películas de miedo, pero no me libro. El director de Scarface, La fiera de mi niña, Tener y no tener y Río Bravo no firmó ninguna película de terror, pero todo el mundo sabe que (co)dirigió, muy a su pesar, El enigma de otro mundo (1951), de la que John Carpenter hizo su remake: La cosa. Cuentan que Hawks perdió la ilusión cuando, tras solicitar apoyo técnico para hacer la película al Ejército de EE UU en un encuentro con el alto mando, rechazaron su petición aduciendo que, oficialmente, el gobierno negaba la existencia de ovnis. Además, dejaron bien clarito que aquella reunión ni siquiera estaba teniendo lugar. Vinieron a decirle que, en realidad, el miedo no existía. Que era cosa de Hollywood.

Y existe, vaya si existe. Y está al acecho. Que se lo digan al propio Hawks, que tuvo que asistir en el plató al director titular a lidiar con el farragoso vestuario y el cargante maquillaje de la criatura que asolaba aquella base científica en el Ártico. Productor y realizador en la sombra, al cineasta que solo quería (igual que su amigo John “hago westerns” Ford) entretener al público, aquella cosa le persiguió toda su vida, como a mí el miedo al mes de septiembre. Ni la visita al cementerio en Todos los Santos, ni las vacunas, ni comer verdura, ni los payasos tristes. De niño el momento más terrorífico del año solía ser la última noche de las vacaciones, el día antes de volver al colegio. Era un miedo irracional, a nada en concreto, a todo en general. Volvían los meses con R y septiembre sonaba como el nombre de un monstruo que devoraba de golpe todas las horas libres y los rayos de sol. El cole era su brazo ejecutor. Hitchcock lo tenía claro, sabía que el miedo no es tan difícil de comprender: “Al fin y al cabo, hasta los niños lo entienden”.

2 CURSO 2018/19. El genio del thriller siempre pensó que el terror basado en los sustos era pornografía del miedo: prefería modular el suspense, con resultados aún más contundentes como en Psicosis y Los pájaros: “No hay terror en un golpe, solo en la anticipación del mismo”. Por eso queremos abrir el curso del 19 bien pronto, siguiendo ese mantra que determina que el año comienza realmente a la vuelta de vacaciones. Si bien el cine respira por añadas, al hilo administrativo que marca la burocracia y las entregas de premios, hay una corriente interna que comienza al caer el sol de verano, toda vez que el frío invita a recogerse en los cines. El caso es que en otoño se viene lo bueno. Ahora que Halloween salió de su guarida en las pelis (de donde nunca debió escapar) para colonizarnos, soportamos el estreno de filmes de terror cerca del 1 de noviembre. Pero ese miedo intenso al primer día de escuela en septiembre, unido al estreno de Predator y La monja, nos ha hecho replantearnos el calendario. Calaveras y diablitos de difuntos tienen una gran competencia en el pavor mundano a la vuelta a la rutina. No son sólo expedientes diabólicos, monstruos y muertos vivientes, es el día a día el que nos da más miedo: la vuelta al cole y al curro, el temor berlanguiano (París-Tombuctú) a envejecer, el grito de socorro ante el papel en blanco de la vida que escribió Woody al final de Celebrity o hasta algo parecido a El miedo del portero ante el penalti de Wenders con el retorno a la Liga. Contra el pánico a volver a empezar, tenemos 19 estrenos que van a poner nuestros miedos patas arriba.

Ñ DE AUTOR. En nombre de la autoría se han cometido crímenes de lesa humanidad por los que algún día saldaremos cuentas con Bazin, Sarris y compañía. Tenemos ya asesinatos de autor, menús de autor, entrenamientos de autor, y nos falta poco para la recogida de basuras selectiva de autor. Pero si alguien tiene un derecho preferente, anterior a todos los cursis que ahora lo pretenden, para usar ese sintagma, y colocar el apellido ‘de autor’ donde nos rote, somos los que escribimos de cine. Así que ahí va: el cine español será de autor o no será. Y en su valentía encontrará el camino para alcanzar el eco para ensancharse y crecer al margen de los tirones de público al calor de la última comedia popular o del exitoso suspense de moda. Esos fenómenos de taquilla bien calculados van a existir siempre, con mercadotécnica regularidad, pero una cultura cinematográfica completa se asienta con la variedad de apuestas en pantalla. El cine español que viene tiene ese marchamo. Personalidad, talento y arrestos para enfrentarse al público y perder definitivamente el miedo.

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