CINEMANÍA nº260

Especial Alien
CINEMANÍA nº260
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¿LA PELÍCULA O EL LIBRO?

1 STAR BEAST. Hace ahora 40 años, el 22 de mayo de 1977, tres días antes de que el cine (y el marketing, y la industria juguetera, y los efectos especiales, y los parques de atracciones, y la carrera espacial, y el concepto ‘trilogía’, y las princesas, y, como se vería después, hasta el terror) cambiase para siempre con el estreno de La guerra de las galaxias, se presentó en el Festival de Cannes una pequeña película. Elegante y kubrickiana, tal vez un poco oldie, basada en las cuitas de dos húsares espadachines con el honor amarrado a una pila Duracell, Los duelistas fue la primera película de un tipo talentoso que ganaba mucha pasta haciendo anuncios para la tele, pero no era del todo feliz.

Por eso Ridley Scott (Inglaterra, 1937) pilló por su cuenta un relato de 1908 de Joseph Conrad libre de derechos de autor y lo movió como pudo. Paramount acabó auspiciando una película que influyó decisivamente, casi tanto como el éxito de Star Wars, en el estreno, en 1979 y después de mucho barullo, de Alien, el octavo pasajero. A pesar de ese aire de cuento de castillo encantado con dama encerrada casi de tradición trovadoresca, Alien era un proyecto original muy basado desde el guión (y no digamos desde la producción: querían titularla Star Beast) en otras películas de ciencia-ficción. La influencia literaria era lejana, pero Scott, agradecido a los caballeros de la armada napoleónica Armand D’Hubert y Gabriel Feraud por retarse sin descanso hasta lograr el premio a la mejor ópera prima en Cannes’77 (la Palma de Oro fue Padre Padrone, de los hermanos Taviani, que también estrenan película 40 años después), trajo a esta revolucionaria película hoy convertida en saga el rastro imborrable de Conrad.

2 EL HORROR, EL HORROR. Porque Alien no es una aventura espacial, o al menos no es sólo eso. También es la película que revolucionó el cine de terror y preparó al género para entrar en los algodonosos años 80. Apocalypse Now, la adaptación más icónica de El corazón de las tinieblas de Conrad, se estrenó tres meses después, pero hay mucho en Alien del espíritu de aquella novela que viajaba al origen de los miedos ancestrales. Hay viaje, hay origen, hay tinieblas y se sublima el horror como nunca antes se había contado en una película. Para reafirmarlo, ahí estaba Nostromo, el título de una de las novelas de Joseph Conrad con la que Scott bautizó a la nave remolcadora de nuestras gozosas pesadillas, donde mora la bestia xenomorfa. Nostromo era un líder supuestamente incorruptible, el capataz de los estibadores en una novela de aventuras y cargamentos de plata. Nostromo es también, además de un libro en el que Conrad demostraba ya en 1904 la perversión de los gobiernos latinoamericanos al servicio de intereses espurios y ya entonces sometidos al poder de EE UU, la adaptación al cine truncada más mítica de la historia.

3 IDA Y VUELTA. En 1989, David Lean confirmó que iba a dirigir Nostromo. El proyecto contaba con Steven Spielberg como productor para Warner Bros., con un presupuesto de 50 millones de dólares y con un reparto con Marlon Brando, Peter O’Toole, Anthony Quinn e Isabella Rossellini. Por tener, tenía hasta un Nostromo absurdo para Georges Corraface. Un cáncer de garganta se llevó al director de Doctor Zhivago y Lawrence de Arabia en 1991 y el proyecto se canceló a 6 semanas del rodaje. Los intentos de convencer a John Boorman para dirigir no prosperaron. Lean había llevado el filme de forma tan personal, interiorizó tanto la historia de Conrad, que era imposible rescatarlo sin volver a empezar.

De todo eso va ese vínculo eterno y circular entre literatura y cine: repasamos lo que en 2017 supone adaptar un libro a la pantalla, una relación que casi nunca fue de ida y vuelta. Al horror (siempre el horror) de los peliculibros, se añade la duda: ¿podría alguna película, o sus personajes, derivar en una extraordinaria novela? Está el cómic (sin el cine que vio Hergé no habría Tintín) que ahora devuelve a la pantalla lo que tomó prestado; hay autores que evocan lo vivido en una sala de cine (no sólo Cabrera Infante) y existen casos curiosos, como 2001 y El tercer hombre, donde película y relato literario son coetáneos; pero es difícil la traslación inversa. Soñamos relatos matrimoniales de Woody Allen, novela negra de filmes de Fincher o maravillosos cuentos ilustrados por el cine de Wes Anderson, pero, despiertos, todavía esperamos un Joseph Conrad que escriba un libro revolucionario después de ver una peli de Ridley Scott.

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