Corría 1987, y el equipo técnico de Star Trek: La nueva generación andaba justo de tiempo y recursos. ¿La solución? Inventar un gadget que pudiera usarse en múltiples escenas, y que fuera fácil de fabricar: bastaba con una lámina de plástico serigrafiada. El aparatejo en cuestión fue bautizado como PADD, pero ahora lo llamamos de otra manera.
Si has visto Star Trek IV - Misión: salvar la Tierra, recordarás cómo Scotty dejaba ojipláticos a unos ingenieros del siglo XX revelándoles la fórmula de un material similar al plexiglás, pero con la resistencia del metal. Ahora, dicha sustancia se conoce como oxinitruro de aluminio (ALON) y va camino de revolucionar desde la tecnología militar hasta las telecomunicaciones. ¿Seguro que no ha habido mecánicos del siglo XXIII dándose garbeos por nuestra época?
En esa escena de Star Trek IV, Scotty y McCoy trataban de interactuar con un ordenador dirigiéndose a él cortésmente (y, cuando no les respondía, usaban el ratón como micrófono). Ahora, múltiples aparatos pueden activarse de esta manera, desde smartphones a coches.
En los 60, los ordenadores almacenaban datos mediante tarjetas perforadas o cintas magnéticas. Sin embargo, las computadoras de la Enterprise original empleaban piezas de plástico muy similares a los diskettes de tres pulgadas y media que se usarían en los 80 y los 90. Más adelante, Star Trek: La nueva generación presentó los ‘chips isolineares’, otros soportes de información mucho más pequeños, similares a nuestros actuales ‘pinchos’.
Algo menos práctico que Google Translate (pero mucho más fiable), el cacharro cilíndrico usado por Kirk y Spock para entenderse con los alienígenas nos sigue matando de envidia. Por ahora, los intentos de crear un artilugio similar resultan poco versátiles, pero los investigadores no pierden la esperanza.
El santo Grial de los artefactos trekkies es este analizador portátil, cuya posesión aumenta en muchos puntos tus posibilidades de sobrevivir en un planeta desconocido. El Tricorder ha inspirado el aparato (conocido como LOCAD) que se emplea en la Estación Espacial Internacional para detectar microorganismos patógenos, así como otros dispositivos experimentales diseñados para diagnosticar enfermedades. En 2015, la Fundación X-Prize ofreció 5 millones de euros como premio a quien diseñara un Tricorder para uso médico, capaz de señalar patologías que hoy sólo pueden detectarse mediante resonancia magnética.