Convertida por las circunstancias en acontecimiento político, con nominación a mejor película en los Oscar por añadidura, la cinta de Ryan Coogler queda como un trabajo normalito tirando a muy flojo que deja en casi nada el carisma de su personaje principal.
Más crecidos que el fresno Yggdrasil tras el éxito de Los Vengadores, en Marvel metieron mano por todas partes a la segunda aventura asgardiana dejándola en un amasijo de parches y cambios de rumbo.
El episodio más ignorado del MCU es, en realidad, su mejor spin-off adulto. Melancolía, tono ceñudo, violencia bruta y algo que echamos en falta en el cine superheroico: cómo afectan sus poderes a la vida sexual del héroe.
¿Qué hace falta para llevar al cine el tono bigger than life de las aventuras del dios del trueno? Pues, para empezar, no ponerlas a cargo de un Kenneth Branagh en modo muy alimenticio.
Una película de superhéroes que apuesta abiertamente por la comedia screwball y las discusiones entre villanos antes que por la acción ¿Cómo no vamos a amarla? Justin Theroux escribió un guion poco ortodoxo pero genuino.
¡Por la energía del Psico-Magnetrón! ¿Qué tiene que hacer una heroína para protagonizar una película en el MCU? Librarla guerra noventera Kree-Skrull al son de Elastica y Nirvana.
Toma la primera Iron Man, cambia los gadgets por hechizos y te saldrá algo muy parecido al debut de Benedict Cumberbatch como Maestro de las Artes Místicas.
Cine de atracos cuyo único filtro superheroico pasa por empequeñecer (y agrandar, que no engrandecer) a sus protagonistas, con la guasa de Paul Rudd, universossubatómicos y un guion a medio hacer por un Edgar Wright que, lástima, se dio a la fuga.
Agradeciéndole su papelón en Kiss Kiss Bang Bang, Downey Jr. llama al amigote Shane Black para la tercera aventura de Tony Stark. Así pues, aquí hay gags, niños, escenas de acción virgueras y giros imprevistos (¡hola, Ben Kingsley!).
Un granuja con walkman, una alienígena ceñuda, un destructor con lanzacohetes, un mapache y un hombre árbol. Estos forajidos sin oficio ni beneficio trajeron el despiporre, la música ochentera, la explosión de colores flúor y la reivindicación definitiva a Kevin Bacon.
Nuevo look, una valkiria borracha y un ‘amigo del trabajo’ con su mejor derechazo gladiador fueron todo lo que necesitó Taika Waititi para redimir la trilogía del dios asgardiano. Lo dejó sin ojo, eso sí.
Liberado de los peajes narrativos de una historia de origen, Peyton Reed pudo centrarse en lo suyo: las relaciones entre personajes. Es lo más cerca que hemos estado de una comedia romántico-laboral dentro delMCU.
El chasquido de dedos no defraudó. La mayor concentración de superhéroes por metro cuadrado se saldó con una auténtica escabechina; lunas se lanzaron a la cara, hubo rayos, truenos y lágrimas
En su mayor salto mortal, los Russo combinan más de una docena de superhéroes, dan, tiempo a cada uno, presentan a dos nuevos y, aun así, hacen una película que se siente propia del Capitán América.
Si James Gunn tiene que elegir entre la acción y el humor, elige el humor. Gracias a eso, a su hondura emocional y a una fotografíaque (por una vez) da la talla, esta secuela resulta fresquita y pimpante.
El polémico Robert Downey Jr. y “el director de Elf ” sentaron las bases del MCU en plena era nolaniana con su particular “película indie” protagonizada por un héroe ‘segundón’ de los cómics.
El momento decisivo de la arquitectura narrativa del Universo Marvel (cuando aún era un fascinane experimento y no una máquina de imprimir billetes) halló a su propio Hulk en un Joss Whedon encantado de cumplir el sueño de todo lector de tebeos: hacer una película juntando a sus superhéroes favoritos.
Si el ‘Capi’ hubiera llegado al cine en los 70, cuando el guionista Steve Englehart le volvió rojeras y dubitativo, lo habría hecho con el rostro de Robert Redford y un director, de la ‘generación TV’ (Pollack, por ejemplo) tras la cámara. A falta de eso, tenemos este estupendo thriller de espionaje, debut en Marvel de los hoy omnipotentes hermanos Russo, con el protagonista de Los tres días del Cóndor ejerciendo de villano en la sombra y un guion que mira de reojo al caso Snowden.