Ni un murciélago, ni un pingüino, ni una gatita… El bicho más extraño de este zoo era el director, rara avis, que no necesitó leer ni medio cómic de Batman para comprender que 1) todo el que se pone una máscara tiene, al menos, un problema mental y 2) los villanos de verdad no llevan disfraz.
Creímos que Tony Stark era Steve Jobs con armadura, pero se reveló como el Walt Disney de Marvel. Algunas atracciones fallaban –Mickey Rourke, ¿qué estabas pensando?–; pero es lo que suele pasar en las inauguraciones.
¿El superpoder de esta adaptación de un serial radiofónico y posterior cómic? Considerada uno de los grandes fiascos de la década, pudo haber arruinado las carreras de Seth Rogen y Michel Gondry. Con los dos ya a salvo, merece un rescate.
Ya les habíamos visto juntos, pero no trabajando como una maquinaria perfectamente engrasada. La primera secuencia, una traslación del splash –macroviñeta a doble página–, compensa los errores de programación de esta secuela.
Si aún no entiendes cómo Marvel confió Guardianes de la galaxia a Gunn, al ver esta incorrectísima ¿comedia? sobre un pobre hombre (Rainn Wilson, de The Office) que se viste de superhéroe cuando su mujer le abandona lo harás aún menos.
Menos reivindicada de lo que debiera, la tercera película sobre El Castigador es, a la vez, dos excepciones que confirman las reglas de Marvel: está dirigida por una mujer y tiene un villano (Dominic West) muy por encima del héroe.
Tras el borrón que fue Superman Returns, el reboot era más que necesario, obligado. Más alien que nunca y sin embargo más humano, Henry Cavill prescindió de caracolillo y calzoncillos para convertirse en el segundo mejor Superman de la historia.
Detective y exorcista es una combinación difícil de superar. Un Keanu Reeves post Matrix y con escopeta en forma de crucifijo se movía entre dos mundos con una soltura infrecuente en esta historia salida de los cómics de Hellblazer.
La salida por la puerta de atrás del alma máter del proyecto, Edgar Wright, hacía prever un desastre de enormes dimensiones. Sin embargo, reduciendo su escala se convirtió en la mejor pequeña gran comedia del Universo Marvel.
Superman, Batman, Hulk y Wonder Woman deambulan cada día por Hollywood Boulevard, haciéndose fotos con los turistas por la voluntad. No es un argumento de Alan Moore, sino la triste realidad que muestra el documental sobre los dobles pobres de los héroes.
De generación a generación se contará esta proeza: Singer reunió a los repartos del universo mutante más allá del tiempo y el espacio en una sola película para adaptar una de las historias más reverenciadas de la saga X, inspiración de, entre otras películas, Terminator. ¡Crossover máximo!
“Roba a los ricos… para dárselo a las chicas”, así presentaron en EE UU a Diabolik, un personaje creado a mediados de los 60 por las hermanas Giussani. Menos conocida que sus películas de terror, este folletín pop de Bava anticipó casi un año el futurismo sexy que Barbarella luego popularizó.
Una retahíla de palabrotas, altas dosis de cinismo y mucho humor. Así nos ha conquistado el ahora antihéroe favorito del universo Marvel, gracias al que Ryan Reynolds se ha reconciliado con el universo de los superhéroes, después de aquel fiasco llamado Linterna Verde.
Un tipo normal ha asumido un compromiso con la sociedad nipona: convertirse en un gigantón de 30 metros cada vez que algún monstruo como Godzilla o similares amenace la tranquilidad de sus conciudadanos. Si te suena raro, espera a verlo.
Con el thriller conspiranoico de los 70 en mente –ahí estaba Robert Redford como testigo–, el Capi se puso el Pentágono por bandera en una historia que podría ser muy del agrado de Julian Assange.
Honremos a este cazavampiros mestizo, el héroe que hizo ver la luz a los ejecutivos de Marvel: sus personajes merecían más y mejores películas. Sin su arrojo, sus réplicas, sus peleas con cables, su estética encuerada, no estaríamos aquí hoy.
¿Y cómo es el héroe? ¿A qué dedica el tiempo libre? ¿En qué lugar se enamoró de ti? A estas y otras preguntas respondía a su manera la primera película del autor de Magical Girl, el capítulo que Alan Moore debería haber escrito para la edición española de Watchmen.
No era un pájaro, ni un avión, pero tampoco Superman. Este héroe volador pasó por la cartelera de princpios de los 90 dejando una estela fugaz. Con referencias al Hollywood clásico –cameo de Howard Hughes incluido–, fue el prólogo inapreciado de la era de las adaptaciones comiqueras.
Tener como padres a El Comandante (Kurt Russell) y Supersónica (Kelly Preston) pone el listón muy alto si eres un adolescente en formación que aspira a proteger a la Tierra de posibles amenazas. Entre Los Increíbles y Spy Kids, pero con la angustia teen del cine de taquillas y bailes de fin de curso.
Aprendiendo de los errores de la adaptación que protagonizó Stallone –¡no te quites el casco, Sly!–, esta producción británica encerró al juez-policía de MegaCity (Karl Urban) en un edificio que reclamaba orden y justicia.
Precuela mutante inesperadamente divertida, reinvención atrevida del género, este Cuando Xavier encontró a Erik expandió el universo por límites a los que ni siquiera los cómics de Marvel habían llegado, conectándolo con el mismísimo 007.
Mike Mignola siempre será el padre de Hellboy, pero Del Toro es su alma gemela. Tras una primera toma de contacto más que satisfactoria, sublimó su espíritu gótico-burlón en esta segunda aventura.
Estrenada el mismo año que Boogie Nights, esta coña marinera ambientada en el mundo del porno presentaba a un misionero mormón que provocaba orgasmos con su pistola de rayos. La idea suena tan estúpida como divertida era.
Si Kenneth Branagh llevó al hijo de Odín a la corte de Hamlet, el director de los mejores episodios de Juego de tronos le hizo viajar hasta los Siete Reinos, en una batalla interdimensional que rentabilizó el carisma de Loki.
La leyenda negra y la innovación digital –Brandon Lee murió cuando le dispararon en el rodaje y le sustituyó un personaje CGI– han eclipsado una de las adaptaciones más artísticas, sugerentes y fieles que se hayan hecho jamás de un cómic.
Ben Stiller y su grupo de superhéroes suplentes eran extremadamente torpes, pero sin darse cuenta –¿cómo si no?– dejaron el camino asfaltado para que llegasen luego los personajes de Watchmen y las dos películas de Kick-Ass.
“Buscad en sus archivos material para películas”, dictó el CEO de Disney a sus empleados al comprar Marvel. Convertida en un casi Mazinger Z, ha dado esperanzas a un montón de empollones y ratas de laboratorio.
Justo entre medias de su etapa como Antorcha Humana y su redescubrimiento como Capitán América, Chris Evans tuvo poderes psíquicos. Los que necesitaríamos para entender y apreciar del todo esta complejísima película.
Presentados con éxito los discípulos de Xavier y sus villanos, Singer quiso verles trabajando juntos en una misión con ecos profundos de Dios ama, el hombre mata, una de las mejores historias de la Patrulla X, y –lo creas o no– El Imperio contraataca.
Repudiada por Marvel, que la quiso sepultar bajo el reboot de 2008, El increíble Hulk, sigue teniendo a pesar de sus caniches verdes grandes hallazgos: su pantalla dividida en viñetas es lo más parecido que se ha hecho a la lectura de un cómic.
Humillado por Joel Schumacher, que le puso pezones en el traje y le hizo decir frases que avergonzarían a Adam West, Batman se había retirado a su cueva, de la que Nolan le sacó con una visión solemne y frankmilleriana de su origen.
Aunque la inspiración fueron los monstruos de la Universal –esas vendas son tan del Hombre Invisible como de la Momia–, este vengador de las mil caras consiguió que en Marvel le hiciesen un hueco en su catálogo tras el estreno de la película. Raimi les devolvería el favor algunos años más tarde.
En un Hollywood que se empeñaba en demostrar lo serio que era, hasta la historia de un hombre con capa y esquijama exigía cierto pedigrí intelectual. Entre el mito del viaje del héroe de Joseph Campbell y la vida de Jesucristo, se otorgó peso a un personaje que hasta entonces sólo había tenido músculo. Para darle vuelo hubo que recurrir a la tecnología de la época: sobreimpresiones, cara de velocidad y ventiladores.
Patriotero y plano, el supersoldado era una pieza imprescindible para armar los Vengadores, pero también un personaje que daba pereza infinita. ¿La solución? Convertirle en Indiana Jones.
Vista Cuatro Fantásticos ya no caben dudas: el chico con poderes era Max Landis, el guionista, y no Josh Trank, el director. Superhéroes de la generación YouTube, nihilismo extremo y la estética destilada de J.J. Abrams. Resultado: hito lowcost.
“No quise añadir demasiadas cosas”, afirmó un modesto Del Toro de una secuela que le llegó al renunciar Norrington. ¿Alguien se cree que esos vampiros trágicos con fauces retráctiles estaban ahí cuando él llegó? ¡No mames, güey!
Abocada al fracaso desde el inicio –Gilliam o Aronofsky renunciaron a hacerla–, es probablemente el cómic de superhéroes más difícil de adaptar. Hasta que llegó Snyder y consiguió contentar a todos… menos a Alan Moore, con eso se contaba.
Aunque en los cómics Marvel le había puesto la cara de Johnny Depp, Downey Jr. se mimetizó con el industrial millonario Tony Stark hasta el punto de apoderarse de su imagen en las viñetas. ¿El secreto? Relajarse y disfrutar.
“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”; la moraleja se convirtió en el mantra para las historias de origen que estaban por llegar. Más allá de los efectos especiales, Raimi conquistó con algo tan humano como un beso bajo la lluvia.
Para muchos expertos, la mejor película (encubierta) sobre Los 4 Fantásticos que se ha hecho. Para la mayoría, uno de los clásicos que cimentaron el canon de Pixar. Para algunos padres, el dvd que no se cansaron de ver con sus hijos.
Un jeta, una asesina verde, un mercenario sensible, un mapache con carné de la Asociación del Rifle y un árbol con patas. No parecía un All-Star ganador de entrada, pero se hicieron con la galaxia.
Bitelchús habría sido un buen Joker, pero Burton imaginó a Michael Keaton como un atormentado e introvertido Bruce Wayne/Batman. Para el villano bufón sólo tuvo que quitar el hacha y maquillar a Jack Nicholson.
Que le pregunten a Joss Whedon o Jon Favreau cuánto tomaron “prestado” del escocés Mark Millar. El padre de Kick-Ass se cobró la deuda con esta perversión de Spider-Man, un héroe adolescente cuyo único poder real era recibir palizas.
No puede haber luz sin oscuridad, y tampoco hombres dispuestos a salvarnos si no hay otros que nos amenacen. Shyamalan no precisó antifaces ni nombres acabados en -man para plantear la viñeta definitiva de la lucha entre el bien y el mal.
Lobezno debería haber sido un enano, Magneto no tan viejo y en vez de trajes de motero en los cómics iban con mallas y spándex. Y sin embargo, es muy difícil imaginar una adaptación que transmita mejor lo que significa la Patrulla X.
La idea era atiborrar la secuela de villanos como Lagarto, Gata Negra, un nuevo Duende Verde, pero reinó la cordura y sólo se quedó Doctor Octopus para complicarle las cosas al trepamuros. Ojo, no era cualquier cosa, porque se trataba del único rival que se ha metido en su casa –fue íntimo de la Tía May– y en su cabeza –guiño de ojo a los lectores de The Superior Spider-Man–. Con Alfred Molina moviendo los tentáculos, el Peter Parker de Tobey Maguire pudo mostrar su mejor versión.
¿Qué hacer cuando ya se ha hecho todo? Una duda así puede incluso traspasar una armadura de hierro, así que Stark/Downey Jr. se despojó de ella en la aventura más imprevisible, humana y divertida de todas las que ha proporcionado al MCU. A ratos bondiana, a ratos comedia bufa, pero siempre con el inequívoco sello de Shane Black –¡Feliz Navidad!–, la ¿última? película de Iron Man reventó nociones tan básicas como la del enemigo maniaco y teatral, con un sensacional Mandarín (Ben Kingsley) que se reía de la palabra SPOILER.
En las manos equivocadas, puede hacer tanto daño como el arsenal de Batman, y el cine contemporáneo aún se está recuperando de los efectos siniestros de parte de su legado. Pero no le echemos de eso la culpa a Nolan, sino a sus imitadores infames o a los ejecutivos avariciosos que ametrallaban el concepto “oscuro” cada vez que planteaban una secuela o un reboot. Nudo de una trilogía tan irregular como imprescindible, sólo hay que remontarse a su primer visionado para que la piel se ponga de gallina.
Como piezas que al unirse forman un super-robot imposible de derrotar, la concentración en un par de metros cuadrados de Thor, Hulk, Iron Man, Capitán América, Viuda Negra y –venga, aceptamos tío con arco como superhéroe– Ojo de Halcón, es uno de esos escasos momentos imborrables que ya han entrado en la historia del cine más allá de los géneros. Dan igual las consecuencias –una ciudad devastada o una secuela menos inspirada–; nadie podrá negarte que estabas allí el día que se conocieron los héroes más poderosos de la Tierra.
Mira bien la descripción: no se trata de la versión que en 1980 firmó Richard Lester, sino de la que arrebataron a Richard Donner y no consiguió estrenar hasta 26 años más tarde. Director de la primera parte, había acordado con el estudio rodar dos películas de Superman. Con algo más de dos terceras partes ya concluidas de la secuela, cundió el pánico entre los ejecutivos al ver que su héroe se pasaba más tiempo reflexionando en la Fortaleza de la Soledad que surcando los cielos de Metrópolis o firmando autógrafos. “No se requieren más sus servicios”, comunicaron a Donner por telegrama, dando por finalizada la relación contractual. Ahí habría quedado la cosa si Bryan Singer no hubiera desenterrado ese metraje inédito para utilizarlo en Superman Returns. Algo bueno hizo por el Hombre de Acero a fin de cuentas.