La película teen que definió a toda una generación a base de incorrección y cambió para siempre tu primera imagen mental cuando escuchas la canción de Don McLean. O alguien te habla de campamentos musicales y clarinetes., , Aunque la tarta de taquilla fue tan grande que todos los protagonistas lanzaron sus respectivas carreras (lo que hicieran ya con ellas es otra historia, ¿verdad, Tara Reid?), el guionista Adam Herz no volvió a escribir nada que no fueran secuelas, de las que hubo tres oficiales –la última, el revival de 2012– e incontables subproductos directos a los contenedores de dvd más hormonales del videoclub.
El éxito de Romeo y Julieta de William Shakespeare (sí, la de Baz Luhrmann con Leonardo DiCaprio y Clare Danes) llenó los cines de los 90 con adaptaciones de Shakespeare más o menos 'actualizadas'. Y, con permiso de Nunca me han besado, la consecuencia más gozosa de aquella fiebre fue esta adaptación de La fierecilla domada al formato teen., , Recordada sobre todo por la intervención de un Heath Ledger tan solvente como macizo, respaldado por Joseph Gordon-Levitt y esa Julia Stiles riot grrrl, 10 razones para odiarte está llena de detalles descacharrantes, como la profesora que escribe novela erótica (Julia Stiles), esa fiesta de empollones convertida en bacanal o las canciones de Letters To Cleo. Puede que American Pie haya quedado como el hito que marcó una época, pero este filme es una delicia necesitada de un redescubrimiento en condiciones.
Si 10 razones para odiarte llevó mejor que nadie a Shakespeare al instituto, Alguien como tú hizo lo propio con la Pigmalión de Bernard Shaw (sí, el origen de My Fair Lady). Y, de paso, llevó a los Sixpence None the Richer a lo alto de las listas de éxitos con su Kiss Me. , , Freddie Prinze Jr. y Paul Walker estaban en su peak de guaperas y Rachael Leigh Cook es un casting perfecto para vender con naturalidad esa transición de adefesio a bombón mediante el proceso de quitarse las gafas y llevar el pelo suelto que tan bien parodió No es otra estúpida película americana.
Si ya tenías la edad del acné en 1999, recordarás este filme por una razón: el shock de ver a la mismísima Buffy cazavampiros (Sarah Michelle Gellar) ejerciendo de mala malísima… y comiéndole los morros a Selma Blair., , Inspirada, al igual que 10 razones para odiarte, en un clásico de la literatura (Las amistades peligrosas, nada menos), Crueles intenciones nos recordó que el cine teen no tiene por qué basarse en la comedia, ni mucho menos en la escatología fácil. Gellar, Blair, Ryan Philippe y una Reese Witherspoon lejos aún de su actual poderío trasplantaron las intrigas del París ancien régime a un instituto para pijos sin perder un átomo de vicio en el proceso.
Esta película nos gusta porque todo el mundo merece que le besen alguna vez con una canción de los Beach Boys de fondo. Pero Don't Worry Baby no es el único temazo de una de las películas teen con mejor selección musical (los Smiths, R.E.M., The Cardigans...) de una época en la que la competencia era dura., , Ante ese despliegue, y una encantadora referencia a Como gustéis vía vestido de baile de graduación –al cine adolescente de los 90 le encantaba Shakespeare, ¿verdad?–, poco importa lo poco convincente que pudiera estar Drew Barrymore en el filme. Es de los que no puedes parar de ver por la tele mientras reconoces a todos sus secundarios.
Cuando Caramelo asesino se estrenó en EE UU, la mayor parte de los críticos la descuartizaron. Algo que no se debió tanto a su calidad (que es más que potable) como al espanto de ver cómo una película para adolescentes podía ser así de cínica y de cruel., , En la historia sobre tres niñas pijas (lideradas por Rose McGowan) que matan por accidente a su mejor amiga, y sobre la nerd (Judy Greer) que las chantajea, no hay ningún personaje simpático o altruista, ni tampoco el menor rastro de humor blanco o bienintencionado: todo en Caramelo asesino es puro ácido sulfúrico. De este modo, la cinta se convirtió en un fracaso de taquilla… y también en una película de culto para los raros de la clase, encantados de ver expuestas con tanta mala hostia las jerarquías de poder en el ámbito escolar.
Antes los muchachos de Friday Night Lights, el mundo de camaradería luminosa y sombras tóxicas del fútbol americano en Texas estuvo representado en su vertiente juvenil por los Coyotes de West Caan de Varsity Blues. , , Puede que el entrenador Jon Voight fuera muy duro con ellos, pero en el terreno de juego había todo un all star del cine adolescente de la época: James Van Der Beek, Paul Walker y Amy Smart.
¡Basta de sofisticación! En el contexto del cine teen de 1999, El diablo metió la mano es a American Pie lo que Un hombre lobo americano en Londres fue a Desmadre a la americana: un trasvase de los postulados de la comedia teen más cafre al cine fantástico y de terror., , La historia del slacker Devon Sawa, víctima de un demonio especialista en poseer las extremidades de quinceañeros gandules, es un festín de escatología tan refinado como un hipopótamo con gastroenteritis. Y también es una ración de carcajadas burrifacias que cuenta con momentos inolvidables… y con Jessica Alba. Si tras leer esto no sientes ganas de verla, caigan las maldiciones del Averno sobre ti.
¿Cómo sabemos que Alexander Payne es un director excepcional? Pues, entre otras cosas, por su soltura al capear el encargo de rodar una comedia de instituto, haciéndola destacar incluso en un año lleno de hitos del cine adolescente., , Si bien agraciada con estupendo plantel de secundarios, Election queda en la memoria por un tremendo duelo de ingenios (y de maldades). En una esquina del ring tenemos a Matthew Broderick, profesor harto del mundo y de la vida. En la otra, a Reese Witherspoon como la inigualable Tracy Flick, overachiever dispuesta a todo por la presidencia del consejo escolar. En su momento, el filme arrancó referencias al escándalo de Bill Clinton y Monica Lewisnky. Hoy en día, en cambio, nos preguntamos si será la película favorita de Inés Arrimadas.
Vale, esta es trampa porque en realidad es de 1998, pero a los cines españoles no llegó hasta marzo de 1999. Y, lo más importante de todo, el debut del dúo formado por Deborah Kaplan y Harry Elfont –que pocos años después nos darían esa otra obra maestra que es Josie y las melódicas–, bien lo merece., , No es para menos, desarrollándose casi totalmente en el baile de graduación que en otras películas habría sido el climax, contando con un reparto que parece perfeccionado en un laboratorio de adolescencia noventera, un karaoke descerabrado de Guns N' Roses y tomando inspiración para el título de una canción de los Replacements.
Mientras American Pie hacía chistes a costa de la heterosexualidad más garrula, una de sus protagonistas (Natasha Lyonne) estrenaba un filme mucho menos publicitado que se permitía bromear sobre un tema espeluznante: las 'terapias reparativas' para lavar el cerebro a jóvenes LGTB., , A diferencia de recientes dramones como Identidad borrada, But I'm a Cheerleader tomaba un asunto sin ninguna gracia como premisa para una comedia. Y, para colmo, lo hacía bien: el pánico de una familia de ultraderecha ante la posibilidad de que su hija sea lesbiana, los delirantes métodos de los 'terapeutas' y la resistencia de las víctimas (algunas de ellas heterosexuales, para colmo) resultan en este filme tan grotescas como graciosas. Lo cual tiene mucho mérito, la verdad.