OPINIÓN

Johnny Depp “bruteja”

Johnny Depp “bruteja”
Johnny Depp “bruteja”
Johnny Depp “bruteja”

“Brutejar” es una palabra catalana  que no tiene traducción exacta en castellano. Significa algo así como “suciear”, y se refiere a una persona o cosa que está “más o menos sucia, falta de higiene”. En la industria del cine sólo unos pocos elegidos han logrado cultivar el “sucieo” como marca de la casa.

Johnny Depp sería el máximo exponente del halo espeso entre las estrellas masculinas. Ha conseguido convertir el desaliño en rasgo de identidad con ese aspecto de no haber pasado por casa después de una noche bebiendo cerveza y disparando a ratas en el vertedero. Pocas mujeres han logrado igualarle en este arte, quizá sólo Chloë Sevigny, una actriz ciertamente atractiva pero que también parece pedir a gritos un manguerazo.

Esto es importante: sólo actores y actrices muy guapos pueden permitirse el lujo de ofrecer un aspecto aceitoso. Por lo general, se trata de profesionales a los que, contra todo pronóstico, la aureola de cochinos les suma atractivo. El caso más conocido es el de Viggo Mortensen, un tipo con el que casi todas las mujeres desean yacer cuánto más marrano se presente. Caso curioso el suyo, ya que cuando aparece en una película bien aseado pierde sex-appeal, como si los ángulos de su rostro pidieran ser rellenados con pelo y grasa.

Un efecto por el cual un tipo guapo mal afeitado y sudado hace exclamar a las mujeres: “qué mono”. Mientras que un tipo feo en las mismas condiciones les hace preguntarse: “pobre, ¿qué le pasa? ¿Se ha divorciado?”.

Volvamos al caso que nos ocupa, Johnny Depp. Curiosamente, en nuestro país la gran mayoría de gente pronuncia su apellido de forma incorrecta: “deep” (dip), o sea, “profundo”. Como si de algún modo al mentarle ya contáramos con que se ha caído dentro de un pozo de mierda antes de llegar.

Imagino que, en su caso, todo comenzó con la “barba Depp”. Esa barba poco poblada, rala, llena de claros. Parecida a la mía, que en mi caso me confiere un aspecto de mexicano que acaba de pasar la frontera en una camioneta; en el suyo genera excitación sexual. Todo debió de venir rodado a partir de ahí. Llevado por el magnetismo del “sucieo” añadió un pelo largo y grasiento, un sombrero ajado, una chaquetilla vieja. Y así, suma y sigue.

Hasta conseguir que, en palabras de un redactor de esta misma revista, les cueste encontrar fotos del actor en que no aparezca hecho un mamarracho. La pregunta clave es: ¿qué cara tiene a día de hoy Johnny Depp? ¿Sigue siendo atractivo? Si rascamos el barro reseco, limpiamos el maquillaje, afeitamos la perilla, recortamos las chollas, retiramos sombreros, pendientes y fundas de dientes… ¿Quién está realmente ahí debajo? Y más aún… ¿en qué estado se encuentra?

Nadie lo sabrá nunca. En la mesa de su agente se acumulan pilas de guiones de personajes estrafalarios que mantendrán al verdadero Depp oculto hasta el fin de sus días tras una pesada máscara.

Sólo nos queda disfrutar del talento de Johnny Depp como de un buen pedazo de Casu Marzu, un queso sardo prohibido por la sanidad de la isla. Considerado una delicatessen, se compra en el mercado negro y se consume con gafas de soldador, ya que, de tan podrido, en él viven unas larvas saltarinas que si no llevas cuidado te entran en los ojos.

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