OPINIÓN

Eso que se llama envidia

Eso que se llama envidia
Eso que se llama envidia
Eso que se llama envidia

Hace unos días… ¡Qué mal! Iba por la calle y una paloma cruzó el cielo y se me cagó en un hombro y yo sonreí. Pero a pocos metros me encontré a un conocido que hacía tiempo que no veía y me empezó a contar sus problemas, y eso ya fue otra cosa: que si estaba en el paro, que si se había separado, que si la pensión de manutención, que si beber a solas no era una mala idea, que hacia dónde iba que me acompañaba, que si le podía dar algo suelto, que si esto, que si lo otro.

Y entonces me di cuenta de una cosa terrible: A MÍ ME IBA SUPERGUAY. Superguay en el más amplio sentido de la palabra. Tan superguay que no había margen de mejora. Había tocado techo. ¡Qué mal! ¿Por qué me tenía que ir superguay, joder? Esa tarde ya no hice nada y esa noche dormí regular.

Pero entonces algo acudió en mi ayuda, algo poderoso y magnético. Algo, que no sé por qué, había guardado en el baúl de mi corazón y estaba cogiendo polvo: LA ENVIDIA.

Y todo se iluminó a mi alrededor, como cuando sonríe Angela Merkel.

A ver, era verdad que me iba superguay pero, ¿acaso no había personas a las que les iba aún mejor que a mí?

A mi amigo Carlos Areces, por ejemplo. A él le llaman bastante más para trabajar y le dan papeles que perfectamente podría interpretar yo. Porque anda que el payaso de Balada triste de trompeta no lo habría hecho mejor… ¡mecagüen la leche!

¿Y Julián López? Ése no para. Empalma película tras película y en todas sale bien parado, de hecho lo suele bordar, el cabronazo. Y todo el mundo, que si Julián es buenísimo, que si Julián es buenísimo. ¡Qué rabia madre mía, qué rabia! Pero a la vez, qué bien, porque estaba claro que ya no me iba tan superguay. Qué alivio.

Y ahora quiero mandar un mensaje al mundo:

No permitáis que la envidia se apague en vuestro interior. No os dejéis llevar por la felicidad vacua. A vuestro alrededor hay gente que sonríe, porque tienen cosas que vosotros no tenéis. Recordadlo. Ah, y la mierda de paloma se quita con zumo de limón.

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