OPINIÓN

El peligro

El peligro
El peligro
El peligro

Una colina roma en la Asturias interior. Verano, finales de los 70. La suave elevación, rodeada de frondosas montañas, está cubierta por un pelajo de hierbas aplastadas y amarillentas que forman una rala moqueta muerta. Algún que otro árbol solitario provoca más pena que sombra, como si se hubiera quedado sin fuerzas huyendo del bosque. Hierve el sol, abrasando aquel promontorio baldío e intentando fundir la diminuta ermita erigida en esa nada sólo habitada en ese momento por mi padre, yo y nuestro perro. Hemos bajado del Seat 600 beige, por mirar, porque sí, por hacer algo. Excursión veraniega cerca del pueblo. El animal salta, corre y olisquea, como si buscara algo muy importante. Su excitación me contagia y su falta de resultados me decepciona, pero lo sigo hasta alejarnos un poco de mi padre, apoyado sobre el coche con los brazos cruzados y la mirada perdida. Todo es calor.

De repente, mi padre reacciona y nos llama a voces para que corramos hacia el coche, deprisa, rápido, ¡vamos! Resulta extraña tanta agitación en plena calma. Pero, entonces, algo cambia. Es una alteración apenas perceptible, un ruido errático y sólido que se acerca en varias direcciones. Y escuchamos claro su grito: “¡Enjambre!”. Me giro ante la nube, una densidad de puntos locos que vuelan a trompicones en demente coreografía. Y corro ligero porque el miedo me lleva en volandas, y mi padre viene y me levanta como si yo no fuera de carne y, desde arriba, miro. No quiero mirar, pero, por encima de su hombro, veo y oigo el zumbido rugiente de esa masa negra que parece el ronco chillido de mil muertos sedientos de sangre, pero entramos en el coche, y el perro cree que jugamos, y mi padre-superhéroe arranca el batmóvil beige para alejarnos del peligro, del dolor, de la muerte. Y en su asiento de escay rojo sin cinturón de seguridad, me sonríe quitándose importancia. Como si no me hubiera salvado la vida.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento