OPINIÓN

El pedo Nielsen

El pedo Nielsen
El pedo Nielsen
El pedo Nielsen

En el año 2010, meses antes de su muerte, el gran Leslie Nielsen visitó el programa de televisión Buenafuente, en el que yo trabajaba. Se trataba de una visita para promocionar Spanish Movie, la película en la que él hacía un pequeño cameo, y una oportunidad para pasar unos días tranquilo con su mujer en Barcelona.

Como absoluto fan me encontraba deambulando inquieto por las instalaciones esperando su llegada, y cuando estuvo en el edificio, hice todo lo posible por pasar la mayor cantidad de tiempo a su lado. Cuando llegó la hora de pasar a Leslie Nielsen a maquillaje yo estaba allí, como quien no quiere la cosa. En aquel momento de su vida el actor estaba muy mayor y había sufrido un notorio deterioro. El oído le fallaba bastante y a todo el mundo le iba dando la sensación de que le costaba entendernos. Aún así seguía ofreciendo aquel aspecto desgarbado tan gracioso, sus ojos seguían vivísimos y sus réplicas eran buenas. Y la confirmación de que aún estaba en forma iba a llegar de forma violenta. Perro viejo Nielsen: la comedia era el faro que le alumbraría por más que la cercanía de la muerte quisiera ir sumiéndolo ya en la oscuridad.

Leslie Nielsen ocultaba un pequeño cojín de pedos en la mano. Ante cualquier escollo en la conversación con algún miembro del equipo el gran actor apretaba el puño, sonaba un pedo y creaba el estupor. A veces se excusaba y pedía perdón por ser viejo y no controlar su esfínter; otras, miraba con ojos acusadores a quienes estaban a sus espaldas, o echaba la culpa a su propia traductora. Cuando su interlocutor descubría el truco, simplemente sonreía con aquella infinita capacidad para generar comedia y se marcaba otro pedo. Y así transcurrían los minutos en maquillaje, entre risas, gases y ternura. Qué derroche de amor, cuánta locura. Hasta que Leslie Nielsen se levantó de la silla.

Aquí tengo que señalar que en la sala de maquillaje de ese plató la zona de los espejos con bombillas y los cómodos sillones donde te pintan como una mona está elevada como un palmo del resto de la habitación, en una especie de tarima. Dicho más claro: hay un escalón. Escalón que no vio Leslie Nielsen al echarse hacia atrás dando un par de pasos con la intención de volver a su camerino. Escalón en el que perdió pie el gran actor canadiense. Escalón por el que se derramó todo lo largo que era hacia atrás en el suelo. Patapam.

¿Sabes esos segundos que se hacen eternos? Las maquilladoras, la traductora, su mujer, un par de regidores y yo mismo congelados en carbonita. El zumbido de la estática en el ambiente. Y el mismo pensamiento en los ojos de todos: “Que se nos ha matado Leslie Nielsen. Que ya estaba delicado y se nos ha quedado tieso del golpe”.

Y justo un microsegundo antes de que alguien llame a un médico, desde el suelo, sin mover un músculo de la cara, la estrella comprime su puño y suena un cuesco. Todos estallan en risas y le ayudamos a levantarse.

Esa noche tuve la inmensa suerte de poder representar un estruendoso pedo en su honor durante la entrevista. Un pedo largo, farragoso, recortado y musical, al ritmo de la cucaracha. Cuando acabé mi número, el viejo actor exclamó: “Very funny”. Y tuve la extraña sensación de haber aprendido algo importante aquella noche.

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