QUERIDOS LECTORES, LA COLUMNA DE ESTE MES va a comenzar con una pequeña anécdota, que sólo a primera vista parecerá gratuita e insustancial pero que luego se descubrirá clave para una cosa bastante profunda que vendrá después. Vamos allá.
El otro día me regalaron el dvd de El secreto de sus ojos y esa misma noche lo puse. Resultó que lo que habían grabado en el disco era una especie de documental sobre un muchacho que amaba a los osos de tal forma que en un momento dado hundía sus manos en unos excrementos depositados por esos maravillosos y salvajes animales. Al final lo devoraba un macho con muy buen pelaje y es ahí cuando sospeché que lo que acababa de ver no era la película de Campanella.
Esto me hizo reflexionar sobre las cosas que parecen una cosa y luego resultan ser otra y con ese pensamiento me dormí. Después tuve un extraño sueño donde un loro blanco gigante,
un lorazo vaya, me decía que yo aparentaba ser actor cuando en realidad no lo era. Exactamente lo expresaba de la siguiente forma: “Tú no eres actor ni Cristo que lo fundó. Tú no eres actor ni Cristo que lo fundó”.
Me desperté aturdido y confuso porque no lograba entender el significado que escondía el sueño.
Ya una vez desvelado consulté unos foros en internet donde se hablaba de mi trabajo en el mundo de la interpretación y me quedó todo mucho más claro.
Bien, aquí acaba la anécdota. Ahora me gustaría decirles a todos esos internautas y al loro gigante blanco que: JA, JA.
Hace poco participé en una escena dramática donde tuve que actuar en serio y el resultado fue impactante, incluso lloré y eso que no hacía falta. Con deciros que un actor veterano que
estaba en el reparto me dijo: –”Tienes un futuro prometedor, pero empieza ya”.
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