OPINIÓN

Arrastrado

Arrastrado
Arrastrado
Arrastrado

La gente piensa que estoy todo bueno, pero eso es porque me ven cubierto de ropa. En realidad, físicamente hablando, engaño. O sea que parezco una cosa pero soy otra muy distinta, como el Senado. Mi cuerpo desnudo, en realidad, queda configurado de la siguiente forma:

Mi tronco es como un saco de hierba.

Los brazos como barras de pan (de ayer).

Y las piernas… las piernas la verdad es que las tengo muy bien torneadas.

De color soy níveo.

El caso es que, ante esta perspectiva, decidí apuntarme a un cursillo de natación con la intención de cincelarme, y también porque te daban un chándal y un bocadillo.

Por qué mi mujer me apuntó al nivel cero es algo que habría que preguntarle a ella, pero el caso es que aquí estoy, sumergido en el agua, cogido a los tobillitos de una mujer que podría ser mi madre y que se afana por bracear. El ejercicio en cuestión consiste en que el de delante, utilizando sólo los brazos, debe arrastrar al otro, que permanece inerte, hasta llegar al bordillo. El ejercicio se llama ejercicio de flotación, la señora se llama señora Remedios y, bueno… llevamos cinco minutos y creo que hemos avanzado unos 15 metros aproximadamente. Eso sí, las vistas son increíbles.

En este rato he pensado en Terelu Campos, en la prima de riesgo, en un mono vestido de botones y en Paquirrín, por este orden. Hasta que he tenido una epifanía y de las buenas, a saber: esto en realidad es una alegoría, una alegoría acuática donde yo soy el cine español y la señora Remedios es la subvención. O sea que el cine español está agarrado a los tobillitos de la subvención esperando llegar al bordillo de la recaudación. La señora Remedios deja de bracear y se vuelve.

–Oye, podrías mover las patejas por lo menos.

–Lo siento, señora Remedios, pero es que el ejercicio es así.

–Pues ahí te quedas.

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