El legado de Bourne

Menos identidad, más frenesí, algo de ciencia-ficción y el eterno pulso por el poder. Digno volantazo a la saga
El legado de Bourne
El legado de Bourne
El legado de Bourne

Mientras asistíamos encantados a un profundo y edificante proceso de bournización de Bond y del resto de agente secretos que brincan por los tejados y las pantallas, no podíamos imaginar que eso en el fondo acabase por revertir a su vez en una latente bondización de Bourne.

Aunque tampoco pasa nada, la rocosa frialdad asesina del nuevo protagonista no es necesariamente un problema, como tampoco lo es que la (gloriosa) actriz principal sea la pareja real del actor que hoy interpreta a 007 o que la saga haya decidido convertir la parte del león de su negocio en la trastienda de una mayorista de viajes. Porque en definitiva, y eso es lo bueno, lo esencial queda igual, inalterable, en perfecto equilibrio de vasos comunicantes. Ahora bien, quizá el único problema consista en acordar qué es lo que creíamos que era esencial, porque ahí está, no ya el legado, sino el enroque de Bourne.

No lo era Matt Damon, al menos para sus productores. Ni siquiera la figura reconocible de Bourne, aunque su sombra es alargada y alcanza al título y a referencias internas que acaban estorbando a la acción. La clave en la continuidad de esta cuarta entrega, la esencia de este aparente juego de identidades convertido en otra cosa no está ahí fuera con los espías. El meollo de Bourne y su circunstancia está en esa sala de operaciones secretas del ¿gobierno? desde la que observar el mundo. Y controlarlo. Y alrededor de ese foro podemos encontrar a cualquier fenómeno. Vale Edward Norton (aunque su origen y vínculo con Renner no acabe de justificarse), pero valdría cualquiera. Incluso Stacy Keach y su labio maldito. O el holograma de Albert Finney y Joan Allen. Es el enfrentamiento entre las dos Españas del poder en EE UU, el ala conservadora dura y el ala (Oeste) liberal y democrático, el que sigue erre que erre, con su herencia del cine setentero, desbancando aquel Tratado Dinámico sobre la identidad que ponía en valor la Trilogía de Matt Damon, sepultado ya definitivamente por la acción y la adrenalina de este nuevo Thrilla in Manila, impecable en su factura y hasta en su revisión del Extreme Ways de Moby.

Un Jeremy Renner aupado a estrella universal ofrece digna presencia y perfecto servicio a esta nueva causa en la que el pasado importa menos y la psicología del personaje queda en un segundo plano, ahora que incluso la ciencia-ficción médica (de la mano de Rachel Weisz, que alegra el alma aunque sólo sea viéndola correr, sollozar y hacer pucheros) está alterando la genética de Bourne sin que nos demos cuenta (casi) del intento, lógico, comercial, entretenidísimo, de Tony Gilroy de que sucedan muchas cosas, pero sin explicarlas demasiado, a brochazos. No se moleste: pensar es inútil, hay que dejarse llevar, aunque sin perder de vista los señuelos, para que el instinto no pierda comba.

Valoración:

FICHA TÉCNICA

El legado de Bourne
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  • País:
  • Sinopsis:

    Hay otro agente secreto de la CIA que seguirá el legado de Bourne.

  • RESUMEN: Menos identidad, más frenesí, algo de ciencia-ficción y el eterno pulso por el poder. Digno volantazo a la saga

  • ESTRENO: 15/08/2012

  • [The Bourne Legacy] Thriller / EE UU / 2012 / Dir: Tony Gilroy / Reparto: Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton, Joan Allen, Donna Murphy / Guión: Tony Gilroy, Dan Gilroy

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