Efectos secundarios

Soderbergh subvierte con cabeza la receta del filme de denuncia social
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Como algunos titulares, como algunas piezas de los telediarios, hay películas que arrojan luz sobre sucesos de rabiosa actualidad más para alarmar que para iluminar. Dejamos de comer bigmacs, alimentamos nuestro odio a los mercados y sus gurús, nos concienciamos sobre los diamantes de sangre, descubrimos los sucios trucos de las tabaqueras, lloramos a los delfines masacrados por los pescadores japoneses… Por el precio de la entrada nos indignan con argumentos que entretienen en lugar de obrar cambios. Píldoras camufladas como chucherías que escupimos en cuanto pierden el sabor.

Dicho esto, por la puerta entra Steven Soderbergh, al que Hollywood integró cuando nos informó-escandalizó con Traffic, poniendo sobre la mesa un dossier sobre la guerra contra el narcotráfico. “No hay esperanza, estaba perdida de antemano, pero ahí tienes los datos”, parecía decir. En parte, lo volvió a hacer en Contagio, y habrá quien piense que Erin Brockovich es una película de denuncia social. Probablemente sólo Julia Roberts, pero bueno… El caso es que Soderbergh, con su maestría como narrador, ha contribuido a que miremos el dedo en vez de la Luna. El entretenimiento devoró a la información. Piensa en Pedro Piqueras.

Efectos secundarios llega como la película con la que Soderbergh se despide de esto del cine. Pero, más importante, también se presenta como el documento con el que desnuda las vergüenzas de la industria farmacéutica, que ha encontrado un filón en las consultas de psiquiatras para colocar su stock. Por fin toda la verdad sobre cómo nos manipulan para que a nuestra tristeza la diagnostiquemos como depresión, la información con la que desenmascarar a tanto farsante que se aprovecha de las debilidades del alma.

Una esposa ejemplar (Rooney Mara) se viene abajo cuando su marido (Channing Tatum) regresa a casa tras cuatro años en la cárcel, cumpliendo sentencia por un delito fiscal. Cuando todo debería ser feliz y maravilloso, ella comienza a presentar tendencias suicidas. Nada que no se pueda solucionar con unas pastillas. Se las administra un doctor (Jude Law) deseoso de recetar el nuevo medicamento que le está pagando su lujoso apartamento neoyorquino. Los trágicos efectos secundarios de la droga y del título –y hasta aquí puedo leer– habilitan a Soderbergh para hacer un drama legal, un thriller de investigación y hasta una reflexión sobre la socialización de las enfermedades mentales. En un país en el que los antidepresivos se anuncian en las vallas publicitarias, cualquiera de estas tres cosas sería bien recibida. Pero ésa no es manera de despedirse, por mucho que a este cineasta le guste ejercer de artesano de género.

Lo que tiene preparado es más interesante, una subversión de ese engendro bautizado como infortenimiento, una maravillosa pedorreta en la cara de todos aquéllos que esperan su ración de pasmo complaciente, ergonómico y momentáneo de una película sobre un tema polémico. Cachondeo o análisis, lo uno o lo otro, pero recetar los dos juntos es una frivolidad coctelera que Soderbergh, metódico y concienzudo, no se permite. Su elección –imperdonable spoilearla– es el último destello de genialidad de un hombre que se (y nos) quita importancia. 

VEREDICTO: Soderbergh ante el mayor dilema de su carrera: arte o ensayo.

Valoración:

FICHA TÉCNICA

Efectos secundarios
  • Director:
  • Género:
  • País:
  • Sinopsis:

    Una mujer empieza a tener alucinaciones y comportamientos extraños cuando un medicamente recetado por su médico tiene efectos inesperados.

  • RESUMEN: Soderbergh subvierte con cabeza la receta del filme de denuncia social

  • ESTRENO: 05/04/2013

  • [Side Effects] Thriller / EE UU / 2013 / Dir: Steven Soderbergh / Reparto: Rooney Mara, Channing Tatum, Jude Law, Catherine Zeta-Jones, Vinessa Shaw, David Costabile / Guión: Scott Z. Burns

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