OPINIÓN

Sherlock 4x2, brillante historia de fantasmas… ¡y drogas!

Sherlock 4x2, brillante historia de fantasmas… ¡y drogas!
Sherlock 4x2, brillante historia de fantasmas… ¡y drogas!
Sherlock 4x2, brillante historia de fantasmas… ¡y drogas!

SPOILERS DE 'SHERLOCK' 4x02

Con el temor en el cuerpo estaba ante el segundo episodio de la cuarta temporada de Sherlock tras ver la “intensa” primera entrega. Nada que ver. Sherlock vuelve a ser Sherlock, aunque con matices, pues parece como si Sherlock hubiera perdido la cabeza por completo, sufre alucinaciones por estar puesto hasta las cejas y está separado de Watson (obviamente tras los sucesos del anterior episodio). Pero, a pesar de la distancia, ambos personajes nunca han estado tan juntos, porque Sherlock necesita a Watson y viceversa. Eso ya lo sabemos, y es en esto en donde radica la magia de esta gran serie, llena siempre de matices, de toques subliminales, de aparentes tramas que parece que no llevan a ninguna parte pero que logran confluir en unos finales siempre poderosos. Watson va a terapia, cuando pensamos que más falta le hace a Sherlock, viviendo en una auténtica pesadilla emocional en el que no le reconocemos.

Ver a Benedict Cumberbatch airado, como un Quijote que lucha contra molinos de viento tiene su punto. Mientras Watson intenta lidiar con la muerte de su mujer, que sigue acompañándole como ese pepito grillo que le anima a la concordia y el buen entendimiento con Sherlock, es el mismo detective el que cae en la mayor de las trampas, cuando se debe de enfrentar al villano de los villanos. Crear expectativas tan altas anunciando que el susodicho era Toby Jones me inquietaba. ¿Estaría a la altura tras verle en “cosas” como Wayward Pines? En efecto, y a pesar del explícito maquillaje (no hacía falta tanto peluquín y mucho menos esos dientes amarillentos y desiguales), Toby Jones lo borda como Culverton Smith, se pone a la altura del genio y nos ofrece unos cuantos momentazos de maldad pura, muy de serie de ciencia-ficción a lo Doctor Who, por ejemplo.

Sherlock necesita capturar a este tipo, un supuesto filántropo de día y serial killer de noche, pero no puede hacerlo solo. Me gusta cuando Sherlock y Watson interactúan, cuando muestran que su amistad, esa rara e inaudita amistad, está por encima de todo, y, por encima de todas las cosas, y a pesar de ser continuamente vilipendiado (de forma irónica, claro), necesitamos a Watson en la historia, dando un paso al frente y participando como un verdadero e ingenuo Sancho. En esta historia de El detective mentiroso (basado en el relato El detective moribundo, de Arthur Conan Doyle), Sancho se rebela, algo que también necesitábamos, que aguantar a Sherlock tiene un límite. También que esa señora bondadosa que es la casera se soltase la melena y nos diera un recital de cordura entre tanto “loco” por las cinrcunstancias.

Con un buen puñado de escenas oníricas, saltos en el tiempo y recursos visuales potentes, la historia se entrelaza en piezas que forman ese siempre misterioso puzle que es Sherlock. Hay cosas que me chocan al principio (como que la hija del oscuro filántropo escuche cómo Sherlock le detalla cosas que ella ya sabe, con lo fácil que sería que las contara pues no son ningún secreto), pero luego todo encaja cuando descubrimos que a Sherlock (y también a Watson) se les puede engañar, que no son infalibles. “Lo peor que le podemos hacer a un amigo es contarle un secreto”. Lo dice el personaje de Toby Jones, pero bien se puede aplicar a Sherlock y Watson.

¿Está Irene Adler viva? ¿Qué esconde el tercer y misterioso hermano Holmes? Incógnitas con las que puede seguir creciendo esta serie que tuvo un pequeño resbalón, pero que ha regresado tan estimulante y original como nunca, hablando de la muerte de una forma delirante, del ser humano como objeto, con un cliffhanger que nos ha dejado con los ojos bien abiertos. Y con truco, obviamente, fácil de pillar si estás atento y que recuerda muy mucho a una de las “engañosas” tramas del episodio especial de La novia abominable. Todo lo compensa esa magnífica secuencia en la que Watson se despide de su mujer. Es, desde ya, una de las mejores del año, y el punzamiento es mayor sabiendo que el matrimonio en la vida real se había divorciado.

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