OPINIÓN

¿Qué necesita una película para ser de culto?

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Si el gran público ya es caprichoso a la hora de pasar por taquilla para encumbrar (o defenestrar) un film, los cinéfilos y el fandom no son menos a la hora de hacerlo suyo. ¿Por qué unas si y otras no? Quién sabe. Un película como Nunca es pronto para morir (Gil Gettman, 1986) lo tenía todo para convertirse en la clásica película reseñada en fanzines y proyectada hasta la extenuación en eventos de cine caspa de todo el mundo.

Y sin embargo, no es así. Cuando fue proyectada en La Monstrua, la mayoría de los asistentes desconocía su mera existencia. Una maravilla donde nada tiene ni pies ni cabeza, que transcurre en una dimensión paralela donde nuestra lógica no se aplica, la gente inventa lanzacohetes con lo que pilla del cuarto, los punks gustan de vedettes travestis, el gobierno encarga a adolescentes misiones a vida o muerte y las chicas guapas son invulnerables a las llamas.

¿El argumento? Pues algo así como una antecesor de Agente Juvenil, pero mucho más loco y hortera: un universario descubre que es hijo de un agente secreto y debe continuar la lucha de su padre contra un malvado que pretende envenenar el suministro de agua de la ciudad. Y a partir de aquí podría pasarme horas hablando de detallitos que amo de esta película, pero voy a intentar evangilizarles con 10 puntos. Me va a costar pero aquí lo importante es picar su curiosidad y animarles no a que le vean… sino a que la VIVAN.

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Sale John Stamos

Sólo esto vale para que queramos ver la película. John Stamos será para siempre el "tío Jesse" de Padres Forzosos, y no se prodigó mucho en la gran pantalla. Por no decir nada. Aquí le vemos en todo su esplendor 80s interpretando a Lance Stargrove, hijo de agente secreto. Su principal recurso interpretativo consiste en el mullet que luce. Su cara de pipiolo y encima dando volteretas. Y lo raro que se hace que no aparezca Danny Turner para darle la réplica.

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La maldad de Velvet Von Ragnar

La carrera cinematográfica de Gene Simmons, bajista de Kiss, es un cúmulo de proyectos gafados o ridículos. Este fracaso económico al menos cuenta con su interpretación más absurda y estrafalaria, y en su filmografía esto lo convierte en el más memorable de los papeles: el del travesti megalomaníaco Velver Von Ragnar. El demonio de la gran lengua se entrega a un villano afeminado de lo más histriónico, con un satánico plan para acabar con la ciudad y con una uña venenosa diga de algún villano de Spiderman que te mata a base de pegarte un sidazo. Por si fuera poco, es un maestro del disfraz capaz de colarse en el cuartel general de los buenos. Por favor: que lo recuperen para el universo Marvel. Sería un gran villano para el estirado del Capitán América.

Es la cima de la carrera de Vanity

A Vanity hay que quererla, porque ella se quería poco. Hay pocas estrellas (o semi-estrellas) tan fuera de control como ella en los 80: totalmente enganchada a la droga y al sexo salvaje con cualquier tipo que se cruzara en su radar. Son legendarias sus fines de semana con Nikki Sixx, con gastos astronómicos en heroína, cocaína y lubricante anal, y me juego un brazo a que tanto Gene Simmons como John Stamos pasaron por su caravana. Aquí luce unos vestidazos de infarto y... un ligero bigote. Con semejante tren de vida, normal que se le pasara depilarse de vez en cuando.

Tiene la mejor escena de seducción de la historia

No hay una manera de describir mejor este inolvidable momento. La agente secreta interpretada por Vanity trata de usar todas sus armas de seducción y Stamos... o no se entera o le da miedo, porque no es ni normal todo el tema con los refrescos, las manzanas y demás que se trae. Hay que verlo para creerlo, así que dale al play.

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Punkis por todas partes

Punkis: los malos predilectos de los 80. Lo mismo le hacían la puñeta al Juez Dredd que te ponían las pilas en el Target Renegade. Pero como estos pocos: punkis negros, musculaos y con bigotón, pocos se recuerdan. Son estúpidos a más no poder, obedecen ciegamente a su líder y gustan de perder peleas y escoñarse contra el moviliario en el proceso. Y encima se ponen nombres artísticos como “Pirámide”.

EL PUNKI PIRÁMIDE.

Y creías que Ramón Rodríguez era un nombre ridículo para uno de ellos...

Secundarios de lujo absoluto

Desde luego, el reparto está hecho a conciencia. Más allá de sus protagonistas el aficionado puede disfrutar con los pequeños papeles de George Lanzeby como un agente secreto en decadencia o Robert Englund como científico loco. Los amantes del facepicking podéis disfutar identidicando a John Anderson o Curis Taylor, habituales de miles de series y películas y a los que lleváis viendo desde que érais chavales.

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El compañero asiático repelente

Data de Los Goonies creció y entró en la universidad. Tuvo la desgracia de ser compañero de Stargrove. Algo así viene a ser el personaje de Peter Kwong, un chino que viste en miles de películas y series 80s, haciendo de repelente compañero asiático del protagonista. Al ponerle gafas ya adquiere el aspecto de japonés, y como tal, de experto en ordenadores, además de inventor de mil chorradas de esas que inventan los nipones. Carne de colleja.

El numerito musical de Gene Simmons

Un momento tan vergonzante como memorable. La ambiguedad sexual de Kiss en los 80 empezaba y terminaba con el uso del perfilador y la laca, como casi cualquier grupo glam de la época. Pero Simmons quería demostrar que el podía ser tan maricón como Brett Michaels en la portada del primer disco de Poison, así que ahí le tenemos... travestido de reina del carnaval de Tenerife y cantando una espantos canción. Cher tomó buena nota de su vestuario, que por cierto, lució en los 70 la mismísima Linda Carter (la Wonder Woman televisiva).

Lo mejor, con todo es la chica con CAMISETA DEL RATÓN MIKI que se cuela en primerísima fila del escenario. Ahí, provocando con símbolos del capitalismo. Sid Vicious estaría orgulloso.

Es una película maldita

No hay más que verla: ni Stamos, ni Simmons ni Vanity quieren saber nade de este film, no mencionándolo jamás en entrevista alguna. Es más: ni siquiera ha aparecido en DVD, a pesar del atractivo para los fans de Kiss y Padres Forzosos. Hay que recurrir al VHS para poder verlo como Dios manda, lo que aumenta el atractivo para los coleccionistas.. O eso o hacerse con el Laserdisc japonés, algo que recomiendo porque, ya sabéis, los laserdisc molan mazo.

La batalla final

El climax de la película tiene el duro cometido de superar cerca una hora y media de despropósitos: podéis creerme si os digo que está a la altura. El enfrentamiento final entre Stargorve y Ragnar está repleto de FqF (frasazas que fracasan) como “soy hermafrodita, por eso soy mejor que tú”, pataditas y volteretas, tetas de travesti… que fracasan en su intento de emocionar, pero triunfan (involuntariamente) a la hora de hacer reír. El resumen perfecto de hora y media de despropósitos.

Y hay más, mucho más: micrófonos que se asoman, gente mirando a la cámara, diálogos enfermizo, unos créditos acojonantes a ritmo del peor pop-rock de los 80… Si sois fans de esta década, no os dejéis engañar: Nunca es pronto para morir es the real deal. Para lo bueno y para lo malo. Sobre todo para lo malo, pero así es como nos gusta. Ahora sólo nos queda montar una petición. Queremos una edición en Blu-Ray, con sonido 5.1 y sobre todo, con un documental o audiocomentario. Para que el señor Bettman nos explique EN QUE DIANTRE ESTABA PENSANDO cuando firmó este aún-no-tan-clásico.

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