ROBERT SIODMAK, DIRECTOR GERMANO-FRANCO-AMERICANO, hizo en los años 40 y 50 varias películas extraordinarias. Menschen am Sonntag (1930) es seguramente su primer corto como realizador. A continuación hizo operetas y comedias como La crise est finie (1934) que tuvieron ya un cierto éxito y donde
aparecía un jovencísimo Albert Prejean y sobre todo Danielle Darrieux, que era en potencia una de la próximas grandes estrellas del cine francés. Cuando comenzó la guerra Siodmak –judío– se mudó a EE UU y consiguió hacer algunas películas de éxito comercial como La reina de Cobra (1944) y otras lindezas de serie B por el estilo para la Universal. Fueron unos comienzos difíciles pero el joven director ganó un cierto prestigio y la ocasión de hacer sus mejores películas durante un periodo de unos diez años.
Hombre de éxito con las mujeres, inteligente y simpático, triunfó con historias de cine negro basadas muchas veces en novelas o relatos de William Irish. Hago estas puntualizaciones porque hasta hace poco los sesudos críticos de cine no quisieron perder su tiempo con él. Resulta que él era seguramente uno de los mejores directores de la historia del cine: Forajidos (1946) basada en un cuento de Hemingway, La escalera de caracol (1945), A través del espejo (1946), Pesadilla
(1945), El abrazo de la muerte (1949) y otras muchas, todas ellas llenas de talento e inspiración. Tuvo el apoyo de dos mujeres fuera de serie: su productora Joan Harrison y su actriz fetiche Ella Raines. Aficionado a la música de jazz, seguidor de las escuelas de sus papás los expresionistas, poseedor de un talento plástico y de una maestría para narrar lo sórdido, lo insólito, nos ha dado páginas tan hermosas como la jam sesión de La dama desconocida (1944), rodada con músicos extraordinarios y sonido directo, pero sobre todo con Ella Raines bellísima, con una sensualidad casi insoportable.
En esta película se oye uno de los temas de jazz que se convirtieron en estándares para siempre, I Remember April, que debido al éxito de la película, Siodmak convirtió en sintonía fetiche para sus filmes. Él fue además, el hombre que lanzó a la fama a algunos desconocidos como Ava Gardner o Burt Lancaster. Cuidó de un
modo especial a las mujeres, jugando con los claroscuros expresionistas con rostros tan bellos como el de la propia Ava Gardner, Olivia de Havilland o Diana
Durbin. Siodmak se la jugó siempre. Ese hombre a quien tuve el placer de conocer,
ha contado más cosas del alma humana en un plano medio en blanco y
negro que la mayoría de los ostentosos “creadores” como George Stevens o
Cecil B. DeMille A su regreso a Europa, Siodmak no pudo o no quiso continuar
ese camino que él mismo había trazado. Prefirió inscribirse al cine europeo más
actual. Y fracasó. Como fracasaron los otros de su generación: Joseph Losey,
Nick Ray… Este cine ya había terminado. Afortunadamente, nos queda su recuerdo, el de un Hollywood que se moría para siempre.
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