OPINIÓN

Los Cazaespíritus: Neil LaBute y la 'Ghostbustersploitation'

Los Cazaespíritus: Neil LaBute y la 'Ghostbustersploitation'
Los Cazaespíritus: Neil LaBute y la 'Ghostbustersploitation'
Los Cazaespíritus: Neil LaBute y la 'Ghostbustersploitation'

Siempre he sospechado que Neil LaBute se metió a lo del cine porque era muy feo. Será un autor y todo lo que queráis, pero todos sabemos que la industria está poblada de gente cuyo principal interés es pillar, al menos en un principio. De hecho, LaBute comenzó no como guionista ni como director, sino delante de las pantallas, buscando una fama y una fortuna que no consiguió hasta años después. Y la verdad es que después de ver su único papel como protagonista, no me cabe duda de que el hombre llegó a la misma conclusión que yo: que lo suyo no era estar delante de la pantalla, por mucha falta que le hiciera mojar.

Corría el año 1986 y el futuro responsable de filmes como Amigos y Vecinos o Un funeral de muerte era tan sólo uno de tantos aspirantes a cineastas que pueblan la geografía americana. Pero Neil no había optado por mudarse a Los Ángeles ni nada parecido. No: LaBute estudiaba cinematografía en la nada prestigiosa universidad de Utah. Como sabrán, es territorio mormón, una de esas ciudades pertenecientes al llamado “cinturón de la Biblia” que garantiza que ni las famosas universitarias yankis le iban a dar bolilla. Ante tal panorama, la única opción era destacar, y mientras sus compañeros de clase perdían el tiempo haciendo cortos, Neil y los suyos consiguieron sacar una película y venderla a una distribuidora, que después se encargaría de hacerla llegar a confines tan lejanos como nuestro territorio nacional.

LaBute, bajo pseudónimo, se encargó del guión. Y el resto de sus compañeros le rieron la gracia y le dijeron que sí, que era especialmente gracioso y que podía llevar el peso de la largometraje. Suponemos que, básicamente, era por el careto que tenía. Es evidente que un tío así tiene que tener chispa. Pasa lo mismo, por ejemplo, con los colaboradores de El Hormiguero. Y al final, ni puta gracia en ambos casos. Es más: terminar esta Los Cazaespíritus es toda una prueba de paciencia superior a aguantar una maratón de capítulos de Rebelde Way.

LaBute hace de Kyle, un joven extremadamente tímido, un Yota Moteuchi de la vida, hazmereír de sus compañeros y que afronta su último año de la universidad. Aunque LaBute pretende hacer carrera en el minigolf (¿), necesita entregar su tesis para graduarse… no se sabe de qué. Y como no se sabe de qué, basar su trabajo en la investigación de una casa encantada es una idea tan válida como cualquier cosa. Junto a su amigo Andy (David Christiansen) decide quedarse a dormir una noche esa mansión y por casualidad, hacen fotos a un supuesto fantasma. Todo el mundo parece aceptar las fotos como auténticas, les llega la fama, la fortuna, las chicas y unos encargos para investigar más fenómenos paranormales para un programa de TV.

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Y... y... y ya. Sí, ya. Porque una vez establecida la premisa básica, la película se reduce a los protagonistas entrando y saliendo una y otra vez de la misma casa (normalmente entrando por la ventana, que da más risa), interminables sesiones de diálogos supuestamente graciosos en sofás, y LaBute haciendo el tonto con sus palos de golf. Por destacar algo, podíamos decir que un momento dado los protagonistas aparecen con unas supuestas mochilas para cazar fantasmas (les suena) y una especie de detector de espíritus que no utilizan para nada y no vuelven a aparecer en toda la película. No es el único "homenaje": hay otro hacia el exorcista consistente en decir palabras en latín que dan risa, aunque el doblaje las estropea al pronunciarlas mal. Lo que faltaba.

El resto del metraje se completa con interminables escenas de Neil avanzando por pasillos oscuros con una linterna, asustándose con ruidos que luego no son nada y narrando lo que ve en pantalla: “un váter”, “un pasadizo". Ni que fuera una aventura conversacional. Cualquier película de Abbott y Costello utilizaba los mismos elementos con muchísima más gracia, con más de 50 años de anticipación. Por supuesto, todo se trata de un episodio a lo Scooby Doo, donde todo es mentira y nuestros cazafantasmas descubren el misterio.

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¿Y fin? ¡No! ¡Porque el clímax de la película todavía está por llegar. Y llega con un Neil triunfando en un torneo de minigolf que aparece en la trama de golpe y porrazo, que alarga la película aún más y que nos da todo un desfile de gente con mullet, más chistes malos y una música ideal para cualquier vídeo corporativo de los 80. Posiblemente estemos ante el peor montaje deportivo de la historia del cine, y lo digo teniendo en cuenta el de Yo hice a Roque Tercero.

Con un guión escrito para aprovechar apenas un par de localizaciones y parco en situaciones interesantes, está claro que descansaba en los hombros de sus intérpretes el tratar de hacer la película medianamente potable. Del compañero de Christiansen poco podemos decir salvo que tiene bien merecido el ostracismo cinematográfico al que fue sometido después, y que seguramente trabaje limpiando la mierda de los elefantes del zoo (trabajo dignísimo muy codiciado hoy día, por otra parte). La presencia femenina tampoco era para tirar cohetes: Neil se enrolla con una tía que parece su madre, con más pintura encima que el Joker o Inma de GH10. Y encima nadie enseña las tetas. Solo Neil podía salvarnos. Y fracasa, porque decidió jugárselo todo a una sola carta, su as en la manga: su perpetua cara de empanao.

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¡Mejor que Tom Cruise sí que lo hace, amigos! Un detallito que me encanta de la película es su título original: High School Spirits, por aludir a un instituto cuando en realidad sucede en una universidad. Justo lo contrario que se hacía en España, donde ante la avalancha de conceptos extraños como animadoras o taquillas, se optaba por decir que los chavales de secundaria estaban en la universidad. El mundo al revés.

Tengo la sensación de que lo más interesante de Los Cazaespíritus es el proceso de creación de la película, algo que me suele fascinar en estos casos de films totalmente independientes, sacados adelante a base de tesón, de pura cabezonería. Y es uno de esos casos en los que jamás sabremos nada sobre él. Dado que el VHS tuvo una distribución muy limitada y escaso éxito, no hay demanda para un DVD ni para el más miserable extra, con lo cual no existe ni existirá documento alguno sobre el asunto. ¿Cómo reunieron el dinero para la película? ¿Por qué escogieron a Neil como protagonista? ¿A quíén diantres se le ocurrió que mezclar el minigolf y Atrápame esos fantasmas era una buena idea? Algún comentario anónimo en Internet sugiere que consiguieron timar unos escasísimos 100.000$ a algún dentista despistado para hacer la película. A saber si es verdad. Dado que prácticamente ninguno de sus responsables hizo carrera y que la película tuvo una repercusión muy limitada y un pésimo recibimiento (merecidamente), jamás tendremos ese audiocomentario soñado.

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La única manera de saber algo sobre esto sería entrevistar al propio LaBute y aprovechar para freírle con preguntas sobre esta pequeña basurilla que, al menos, sirvió para que el tipo se fogueara en esto del cine y viera que, definitivamente, era a lo que quería dedicarse. Claro que si eso es una bendición o una maldición ya lo dejo a sus expertas opiniones. Yo me comprometo a que, si algún día viene a España a hacer promoción de algo, haré lo posible por conseguir esa entrevista y sólo le preguntaré cosa de Los Cazaespíritus. Ya me estoy tronchando imaginándome la cara que pondrá la chica de promoción. Porque SIEMPRE son chicas. Y ahora sí, Neil seguro que podría ligar con alguna.

José Viruete.

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