Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Las mujeres y los niños, primero (El fútbol en 'Mustang')

Las mujeres y los niños, primero (El fútbol en 'Mustang')
Las mujeres y los niños, primero (El fútbol en 'Mustang')
Las mujeres y los niños, primero (El fútbol en 'Mustang')

A algunos (y a algunas) les chirriará saber que se puede explicar la asfixiante situación de la mujer en el Islam a través del fútbol. Uno de los primeros en entenderlo fue el cineasta iraní Jafar Panahi (perseguido y condenado en su país), que nos contó la historia de aquellas chicas iraníes que querían acceder al Estadio Azadi de Teherán para ver un partido de su selección contra Bahréin clasificatoria para el Mundial 2006 y veían cómo se les prohibía la entrada por razones puramente retrógradas y machistas (para no provocar la violencia de los hombres, decían los ayatolás) en Offside (Fuera de juego).  

Dirigida por la debutante Deniz Gamze Ergüven, la película turcofrancesa Mustang, nominada este 2016 al Oscar a la mejor película de habla no inglesa (competía por Francia, donde fue un gran éxito), retoma en parte este revelador asunto de la relación entre las mujeres y el fútbol en los países islámicos. Y digo en parte porque Turquía no es Irán (ojo, el hecho de que sea una sociedad capitalista occidentalizada puede hacer que sea incluso peor, más reveladora la infamia), y también porque la anécdota que en la película sirve para entender otro capítulo más de la represión que sufren cinco niñas nace de un hecho verídico que, sin embargo, ha sido tratado por los medios como un paso adelante de las autoridades del fútbol turco para dar solución a algunos problemas. Veamos.

La aparentemente idílica vida en un pueblo de la costa norte de Turquía de cinco hermanas en edad escolar que viven con su abuela, cariñosa pero chapada a la antigua, y su tío, un canalla rancio e intolerante, desde que sus padres fallecieron empieza a revelarse como un infierno, de ambiente opresivo e intolerante, machista y degradante, a medida las hermanas mayores se acercan a la edad del matrimonio tradicional. Y todo eso intensificado por un castigo que les impide salir de casa en todo el verano por haber ido a la playa a bañarse con chicos al acabar el último día de colegio, algo inaceptable a los ojos de la estricta visión quasimedieval islámica de los vecinos.

Rodado a unos 600 kilómetros al este de Estambul, en la costa del Mar Negro, el filme recrea una población que en realidad estaría cerca de la ciudad marítima de Trabzon (Trebisonda en castellano), a más de 1.000 km de la capital. El dato lo confirma un partido de fútbol que aparece en pantalla. Un partido real con una curiosa historia detrás que sirve para llenar de contenido las andanzas de uno de los personajes, el de la hermana pequeña, la benjamina Lale, una forofa del Galatasaray, el equipo más laureado de Turquía (aunque seguido de cerca por los otros grandes clubes de Estambul: Fenerbahce y Besiktas).

Lale, que a sus 10 u 11 años ya recorta las páginas deportivas de los diarios para guardar a sus ídolos del fútbol, pide permiso a su tío (su abuela le dice que quien manda es su tío) para ir a ver un partido del Galatasaray al estadio del Trabzonspor (se habla, siempre según los subtítulos, de una eliminatoria de cuartos de final). El tío le pregunta si es consciente del peligro que corre, de las peleas e invasiones de campo habituales en los estadios turcos... Y no le deja.

Las mujeres y los niños, primero (El fútbol en 'Mustang')

En otra escena del filme, aparece la separación de sexos: mientras las mujeres ven culebrones, los hombres cenan y atienden al fútbol: la pequeña Lale baja a echar un vistazo al fútbol y se escucha en la televisión que en el próximo partido del Trabzonspor los hombres tendrán prohibido el acceso al estadio local: contra el Galatasaray sólo podrán acceder mujeres al estadio. Lale comparte la noticia con sus hermanas y deciden escaparse y tomar un bus de chicas que se ha organizado en la zona hasta Trebisonda, aunque acabarán haciendo autostop. "Nos van a matar", comenta una de las hermanas. "Al menos pasará algo", replica otra, harta de su encierro. Las chicas pasan una tarde estupenda en el fútbol, jalean los goles de su equipo y vuelven a casa encantadas. No se han dado cuenta de que mientras estaban en las gradas, las mujeres de su familia las han visto por casualidad en la retransmisión del partido y han tratado por todos los medios de que ni su tío ni sus amigotes, que se habían reunido para ver el fútbol, se enteren. Han llegado incluso, en uno de los giros simpáticos del filme, a dejar sin luz a medio vecindario para mantener el secreto futbolero.

El Trabzonspor-Galatasaray sólo con mujeres de la película se disputó en realidad. Hace ya algunos años que la Federación Turca de Fútbol decidió poner coto a la violencia y los insultos de la tradicionalmente caliente afición de su país. Basta de "infiernos turcos" en los medios. La primera medida fue hacer uso sin límite de los partidos a puerta cerrada. Pero al poco tiempo añadió una medida que empezó a usar para servir de ejemplo y demostrar la sinrazón de los aficionados. Se permitiría (y se fomentaría) el acceso gratuito a los estadios de mujeres y niños hasta 12 años. Y así ha sido durante los últimos 5 años, desde el primer caso: un Fenerbahce-Manisaspor disputado el 21 de septiembre de 2011. Todos los equipos sancionados por los actos vandálicos o los cánticos insultantes de sus aficiones han ido cumpliendo este curioso castigo. Es muy recomendable leer este post sobre la experiencia de un partido así en el estadio del Galatasaray en mayo de 2014, en el blog de una extranjera occidental que vive en Estambul y acudió con su hija al partido.

Y, efectivamente, el 11 de mayo de 2014 se disputó en Trebisonda un Trabzonspor-Galatasaray en ausencia de público masculino. Las gradas medio vacías del estadio Huseyin Avni Aker de Trabzon fueron testigo de la victoria del equipo de Estambul por 1-4. Contra la violencia y la barbarie en el fútbol, igual que contra la intolerancia contra el sexo femenino que se refleja en Mustang, las mujeres y los niños, primero.

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