Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Homenaje al R.C.D. Espanyol

Homenaje al R.C.D. Espanyol
Homenaje al R.C.D. Espanyol
Homenaje al R.C.D. Espanyol

Casi nadie se acuerda nunca de este equipo. Camina inadvertido por nuestro fútbol. Qué injusto. El Espanyol es un milagro. Un club a la sombra de un gigante, un equipo contra el pensamiento único. Y ahí está, el sexto en la clasificación histórica del fútbol español, el cuarto junto al Valencia que más temporadas ha militado en Primera, y metiéndole el miedo en el cuerpo al Barça en el derbi siempre que puede.

Lo más cerca que ha estado el Espanyol de protagonizar una película (el No-Do no se considera cine, ¿no?) fue en ese dramón de los terrenos de juego llamado Once pares de botas, dirigido en 1954 por Francisco Rovira Beleta (un señor nominado al Oscar dos veces, oiga, por El amor brujo y por Los tarantos) en el que el actor asturiano José Suárez, menos expresivo que Pellegrini en el banquillo, interpretaba a Ignacio Ariza, un delantero centro peleón y algo rebelde, pero más noble que un ejército de baturros. Junto a él, una pléyade de estrellas del fútbol de los 50, de Di Stéfano a Ramallets, y los geniales secundarios habituales de nuestro cine, con Pepe Isbert, de cura con transistor, y Manolo Morán.

El zagalón llegaba a Barcelona en tren desde un equipo de Segunda para fichar por el Hispania, un remedo del equipo de los periquitos, que quizá (eran otros tiempos) no dieron permiso para usar su buen nombre... [sigue]

Esta era una de esas historias de ascenso social de un tipo bueno pero maleado por el dinero, las amistades 'aprovechateguis' y las mujeres de mal vivir. No estaba mal, destilaba un tufillo de moraleja socialfranquista, pero no estaba mal. El bueno de Suárez/Ariza, torpón y de toque poco sutil, también vestía a rayas en el Hispania, pero el blanco y negro de la época no deja ver si eran o no blanquiazules. Lástima.

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