Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Golazo de Bochini, Sacheri en el viento

Golazo de Bochini, Sacheri en el viento
Golazo de Bochini, Sacheri en el viento
Golazo de Bochini, Sacheri en el viento

"Bochini" es la primera palabra de la película. Y luego ya viene el orsay vital de tres desgraciados que, por azares del destino, heredaron los derechos de traspaso de un prometedor, pero estancado, joven futbolista argentino. Bochini, el eterno Bocha, un mito del fútbol para iniciados en un filme cuyo título, oiga, remite a cualquier cosa (desde España al menos): incluso si uno sabe que va a ver algo sobre en fútbol, así, en abstracto, no le viene a la mente una imagen concreta. Empezamos regular. Luego mejora. Una camiseta Meyba del Barça enmarcada, y las referencias al Chernomorets y al Pescara, ayudan.

Pero entonces uno cae en la cuenta de que esta es una película argentina y de que el rojo del Club Atlético Independiente de Avellaneda late por las venas de Papeles en el viento hasta hacerse patente en una escena en la que se trata de explicar cuál es el momento en el que se para el tiempo en la vida de un hincha. Esos papelitos volando sobre el fondo de un estadio son el alma del fútbol argentino y que los partidos de la anfitriona en el Mundial del 78 (con sus otras movidas menos folklóricas) inmortalizó en todo el Mundo. Es identidad, es cultura propia, es la imagen que nos llega de aquel fútbol.

El clímax futbolístico de Papeles en el viento, película de Juan Taratuto (que vuelve a dirigir a Diego Peretti tras No sos vos, soy yo y La reconstrucción, y a los que se añaden Pablo Echarri y Pablo Rago en la tripleta titular, y el cantante 'color esperanza' Diego Torres) en el fondo no difiere mucho del espíritu de la película que encumbró a su gran rival, Racing de Avellaneda. Todos recordamos la maravillosa escena ("una pasión es una pasión") que ayuda a encontrar al asesino de El secreto de sus ojos, y aquel duende vuelve a hacerse presente en Papeles en el viento, aunque sólo sea porque Eduardo Sacheri es el autor de ambas novelas llevadas al cine.

Entre flirteos con la comedia sentimentalona, atrincherada por personajes en fuera de juego vital, la película quiere explicarnos a qué sabe una victoria al término del partido, antes de salir de la cancha, con los amigos, en silencio, rodeados de papeles en el suelo, por todas partes, casi como el post de un coitum enamorado. Una pasión es una pasión, claro. Y aunque visualmente y hasta poéticamente está correctamente narrado, quizá el problema consiste precisamente en tratar de explicar algo que no tiene explicación. El que no lo ha vivido no lo entenderá, es más: no le interesará un carajo ese contexto futbolero, le molestará; y el que lo vivió lo considerará cursi, fatuo, redundante: "ya me lo sé y lo que yo viví es mejor, no me vengas ahora con boludeces". Exactamente lo mismo que ocurre con casi todas las películas de fútbol habidas y por haber. Hay que ponerles siempre un poco de cariño.

Y el cariño aquí, además de ese diamante por pulir llamado Pittilanga, Mario Juan Bautista Pittilanga, el futbolista del que depende la fortuna de todos; lo merecen sus protagonistas, actores en los que se basa el carisma de una trama que pese a lo inverosímil explica algunos de los problemas del fútbol (argentino, pero no exclusivamente), alrededor de la compra-venta de derechos de futbolistas, contratos millonarios, representantes (un tema del que no hay que perderse el libro Niños futbolistas de Juan Pablo Meneses, en Blackie Books) y toda una fauna entre hortera, desesperada y sobreactuada.

Esto último, lo más folklórico, le viene bien a la parte cómica del filme, que necesita elevar algunos extremos a la parodia. Porque más que ese "Bochini" inicial, es el "Haceme caso, nene, vos sos defensor" la frase (se la dicen a Pittilanga, ya talludito, y jugando en Regional sin esperanzas, antes de que cambie su suerte, ¡y funciona!) que mejor define Papeles en el viento. Absurda, pero simpática, acaba convirtiéndose en un mantra que adquiere sentido en el caos de una comedia de afectos en la que el fútbol acaba accediendo a la cancha sin boleto, más por los guiños al portero que por la fuerza. Papeles en el viento entra en el fútbol como aquel cachondo que pasaba al estadio con una barra de hielo al hombro. "Es para el bar", decía, incluso 20 años después de que instalasen las cámaras frigoríficas en las cantinas. Y se colaba con una gracia a la que no podías decirle que no.

Sigue ‘Fútbol y Cine’ en TWITTER

Todos los días, a todas horas, noticias de cine y series en CINEMANÍA

Mostrar comentarios

Códigos Descuento