Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Garci intercontinental

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Garci intercontinental

Dos viejos conocidos frente a frente. No son equipos de la misma ciudad. Ni siquiera de la misma región o área geográfica o política. Y, sin embargo, el partido de Garci, otro hito esencial de la cultura de nuestro fútbol, es todo un derbi.

A nuestro oscarizado héroe le encantaría resaltar que ambos clubes habitan el país mítico de las emblemáticas rayas rojiblancas, ese que va de Norte a Sur desde las casetas de la playa de San Lorenzo a los colchones oreándose en balcones castizos. Pero aquí lo trascendente es que Real Sporting de Gijón y Club Atlético de Madrid comparten la comunidad autónoma sentimental de sus películas. El cine de José Luis Garci como espacio común donde ambos equipos aparecen en la ida y en la vuelta, en casa o a domicilio, en el Manzanares como en El Molinón. Atleti-Sporting; Sporting-Atleti, ese choque redondea la filmografía, llena de referencias futboleras, del cineasta que ganó el primer Oscar a la mejor película de habla no inglesa para el cine español.

Lo que Volver a empezar elevó a los altares del cine y el fútbol en 1983, y el tiempo ha convertido en el gran Clásico futbolerocinéfilo universal, tiene (además de un duro competidor en la sombra del thriller), un pasado secreto y un final por contarse, de aquí a la eternidad.

El primer equipo que entró en casa de Garci, por la radio, fue el Sporting de Gundemaro y Cervigón, de Molinucu y el Cholo Dindurra, que logró el primer ascenso a la División de Honor en 1944, el año que nació el niño que, más tarde, vio su primer partido de fútbol en el Metropolitano. El Atlético de Madrid le ganó 7-0 al Valladolid el día que el joven Garci cumplía siete años.

Pero hay más historias en el club de las primeras veces. El primer beso cinematográfico entre los dos equipos de su vida nos remite a un joven José Luis Garci, que ya se empeñó en unir fútbol y cine desde su debú como cineasta. Un empate a dos en el Calderón de la temporada 74/75. Iba ganando el Atleti 2-0 (Salcedo y Ayala) y le empató el Sporting de Pasieguito al final con goles de Quini y Churruca. Esa misma noche echaron al Toto Lorenzo, el entrenador argentino del Atleti subcampeón de Europa y campeón de la Intercontinental, tras una serie de malos resultados. El lunes nombraron entrenador a Luis Aragonés, que de un día para otro pasó de futbolista a técnico. Y el martes, día del primer entrenamiento, se presenta Garci allí para rodar el corto Al fútbol, su primera película.

La siguiente aparición de ambos equipos en su cine arrasaría con todo. Volver a empezar y el Real Sporting de Gijón tomaron la Academia de Hollywood. Aquella fue la primera vez que un futbolero (quitando a Emeric Pressburger, fanático del Arsenal y premio al mejor al guion de Los invasores –49th Parallel– en 1941) recogía un Oscar. También fue la primera vez que Garci se ponía un smoking blanco, pero esa es otra historia.

La comunión en torno al fútbol de un padre con su hijo entre los ecos de la leyenda de Herrera el Sabio y los goles de Quini merecía ser protagonista de una película. Fue la primera vez que Garci le dedicó una obra a su padre, Manuel García Meana, el hombre que le hizo amar el cine, el fútbol y los demás caramelos preciosamente envenenados de la cultura popular. Garci decidió fabular con Antonio Albajara, Roxu (así llaman a los pelirrojos en Asturias), interpretado por Antonio Ferrandis, un amigo real de su padre, un joven poeta que no tuvo suerte tras la Guerra Civil. Qué habría pasado si Roxu hubiese ido a América exiliado, al estilo de Juan Ramón Jiménez, y con el tiempo hubiese ganado el Nobel de Literatura. Qué habría pasado además si hubiese sido futbolista del Sporting en su juventud y volviese a su Gijón natal quizá por última vez.

Había que contar con el Sporting para rodar Volver a empezar. Subcampeón de Liga en 1979, tercero en 1980, a punto de ser finalista de Copa aquella temporada, y con El Molinón en obras para ser sede del Mundial de España, Garci quería permiso para rodar a su Atleti ante su Sporting, filmar escenas en Mareo, y organizar una cena con veteranos para tomar planos. El gerente del club, José Manuel, modélico ex jugador que se acababa de retirar, accedió.

Garci esperó a que saliese el calendario de la temporada 81/82. Tocó en octubre, el día 18, de 1981. Ganó el Sporting 3 a 2 (Joaquín y doblete del portugués Gomes, el recambio de Quini, que se había ido al Barcelona, para los gijoneses; y Ruiz y Mínguez para los colchoneros). El Sporting no pidió nada a cambio a Garci. Bueno, no exactamente: le pidieron que, ya que les veía a menudo, les analizase cómo jugaba el Atleti en una cuartilla.

Volver a empezar se estrenó en marzo de 1982 y fue un fiasco en taquilla. El primer batacazo de José Luis Garci. Aparentemente, porque tuvo una segunda vida. El 11 de abril de 1983, Garci recogió en el Dorothy Chandler Pavilion el primer Oscar para nuestro cine… y nuestro fútbol. Apenas una semana después, fue también la primera vez que el dorado espadachín desnudo acudió a un estadio de fútbol: la estatuilla diseñada por Cedric Gibbons pisó la hierba de El Molinón. Garci volvió a Gijón y se trajo el premio. Maravillosa casualidad, el primer partido tras el Oscar fue el siguiente Sporting-Atleti. Para cerrar el círculo, fue el mismo resultado pero al revés. Ganó esta vez el Atleti 2 a 3 (doblete de Maceda en el Sporting de Boskov; Ruiz, Julio Prieto y Landáburu marcaron para los de Luis Aragonés). Los atléticos hicieron pasillo, los equipos se fotografiaron con Garci y el Tío Oscar, los marcadores recordaron la gesta y todo el estadio de El Molinón, ya reformado tras el Mundial, se puso a cantar el Begin the Beguine de Cole Porter. El alirón con más talento que haya coreado nunca una afición.

Hubo más Sporting y más Atleti en la vida de Garci. En Sesión continua, Jesús Puente y Adolfo Marsillach discuten cuál es el mejor equipo de la historia (¿el Brasil del 70 o el Real Madrid de la quinta Copa de Europa?) y, con Bódalo en medio, disfrutan en el Calderón de un Atlético de Madrid-Sporting de Gijón de febrero de 1984 con los astures vestidos de blanco, Laurie Cunningham incluido. Aquel partido acabó en tablas, 1-1. Rubio adelantó a los locales y Mesa selló el empate entre. En El crack 2, el colchonero Areta (Alfredo Landa) echa las cenizas de su amigo el Moro en el Manzanares a la altura de la presa del Vicente Calderón. Y en Asignatura aprobada Garci lleva a su sosias a un palco del Molinón en un partido contra el Barcelona de Venables. Esta última es, hasta nueva orden (la precuela de El crack, tercera película del detective, está en capilla), la última película en la que Garci trabaja con historias del presente. Hay conversaciones de fútbol en You’re the One, Historia de un beso y Tíovivo c.1950, incluso el Bernabéu despide desde el cielo Sangre de mayo, pero la última gran secuencia futbolera de Garci es en el campo de fútbol gijonés, el más antiguo en pie de toda la Liga española, en ese Sporting-Atleti que se juega todos los días en un estadio vacío donde reposan las cenizas del padre de Garci y con las camisetas lavadas tendidas al fresco de las tribunas.

Ante esta fuerza sentimental del Sporting-Atleti de Volver a empezar, en el otro continente futbolístico por excelencia surgió un rival para una contienda universal de altura. Del partido de Garci salía un vencedor del trofeo Oscar, el Real Sporting, protagonista absoluto de la película. A su vez, del premio de la Academia de Hollywood para Argentina por El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2006), surgía poderoso, con influencia clara en la resolución del misterio de este thriller  clásico (se puede cambiar de todo, menos de equipo) un partido entre el Club Atlético Huracán y Racing de Avellaneda. Pese a que la escena futbolera, de gran pericia técnica con la cámara volando sobre las tribunas, sucede en el estadio Tomás Adolfo Ducó de Huracán, es la pasión por el club albiazul la que da sentido a la trama. Se viene un Sporting-Racing por todo lo alto.

Un asesino que recita alineaciones de Racing de Avellaneda de memoria frente a un Premio Nobel que jugó en el Sporting de Gijón. El aire futbolístico de un crimen contra la nostalgia de un balompié perdido. La pasión imposible de reprimir ante la impronta de los recuerdos. Igualadísima final, abocada a decidirse in extremis por la mayor presencia del club gijonés en su filme, lleno de atmósfera balompédica e imágenes de fútbol real, frente al destello de la Academia bonaerense en su película, el Sporting de Garci gana al Racing de Campanella en la tanda de penaltis este duelo intercontinental que resuelve la mayor rivalidad entre películas de fútbol jamás contada.

*Texto sobre José Luis Garci y Volver a empezar para el especial Fútbol y Cine de la revista Panenka #69

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