Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

El Clásico de Berlanga

El Clásico de Berlanga
El Clásico de Berlanga
El Clásico de Berlanga

La victoria en Bulgaria del Espanyol justificó la perorata de ayer a mis pequeños en casa: que si el país del yogur –¿No era Grecia, papá?–, que si el Danubio pasa cerca, que si bajo el estadio murió el primer emperador romano que cayó batallando contra los bárbaros... Lo que tiene que hacer un padre para convencer a su prole de que el mundo no se acaba sin Clásico. No les convencí a ellos, ni casi a mí mismo, despistado esta semana como los hinchas del Liverpool, que confundieron Gent (Gante) con Genk, pifia más sutil que cambiar Bucarest por Budapest. La Europa League como atlas para descubrir el mundo, el Barça-Real Madrid como manual para entender España.

Cuando me despierto cursi me sale decir que mi patria es el balón, pero donde en realidad me gustaría quedarme a vivir es en el 5-2 al Barça en Sarrià del 75. Se desbordaba el fútbol y Berlanga preparaba La escopeta nacional. Y cabía el intríngulis. Porque la política está en todas partes, como el aire que respiramos, y no se contamina sola. Han sido el politiqueo y sus ismos los que nos han birlado un Clásico que no sabemos todavía cuándo se va a jugar. Porque aquí el jaleo nos gusta más que la política. Y que el fútbol.

Rafael Azcona se cuidó de no escribir ninguna película sobre balompié, pero si se la hubiese escrito a Berlanga le habría quedado así. Con un partido del siglo colgando de la brocha. Un experto en plasmar la frustración del españolito medio, el auténtico sentimiento que nos une por encima de nuestras diferencias: ni pavo de Navidad, ni pisito, ni cochecito, ni vacaciones en las cuevas del Drach, ni Clásico. Cabreo. Los Clásicos no se tocan, nene, habría titulado, y bordaría el manoseo.

Política (y de la buena) están haciendo las futbolistas en España. Y es también berlanguiano que los chicos no apoyen a las jugadoras (y a esos clubes sin recursos ni poderosos equipos masculinos detrás) por un convenio justo. ¿Futbolistas ricos ignorando a futbolistas pobres? Para cerrar el bucle de Berlanga ni siquiera me ha hecho falta escribir austrohúngaro.

Artículo publicado el 25 de octubre en AS.

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