Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

El cine en los Mundiales (XV): EE UU 1994

El cine en los Mundiales (XV): EE UU 1994
El cine en los Mundiales (XV): EE UU 1994
El cine en los Mundiales (XV): EE UU 1994

Por fin, el único territorio virgen que aún no había sucumbido a los encantos del deporte rey en todo el mundo se dejó querer. Y fue extraño, también para el cine. Porque Hollywood no se dignó a hacerle caso al Campeonato del Mundo del deporte más universal, excepto allí. Brasil se convirtió en tetracampeona con una victoria sobre Italia en los penaltis (aquella del Rose Bowl de Los Angeles fue la primera final mundialista resuelta en la tanda de lanzamientos), pero ni siquiera esa emoción sedujo a los yanquis. Rebuscando mucho, encontramos un balón de fútbol en el taxi de Samuel L. Jackson en Jungla de Cristal. La venganza (1995, John McTiernan), la tercera parte de la serie. Bruce Willis escapa en ese taxi de una muerte segura en el corazón del barrio de Harlem, y el balón con las banderitas de todos los países participantes en aquel Mundial se balancea en la bandeja del automóvil. Rescoldos de aquella pasión que sí se vivió en los estadios pero que desapareció nada más irse el circo de la FIFA de EE UU. No nos quejemos mucho de Hollywood, porque el cine español tampoco ha rendido el tributo suficiente a la nariz de Luis Enrique, destrozada tras el codazo del italiano Tassotti. Otra vez en Cuartos.

Pero también hay vida cinematográfica lejos de EE UU: el filme holandés Solo, la ley de la favela (1994, Jos de Putter) fue rodado durante aquel Campeonato del Mundo en las favelas en las que los niños sueñan con llegar a ser futbolistas algún día. La clasificación para este Mundial fue importante en Colombia. En Golpe de estadio (1999, Sergio Cabrera), se llegó a parar la guerra para ver de qué era capaz la selección colombiana. El propio Cabrera explicaba así sus intenciones: "He querido que el público colombiano y que cualquier público que esté cerca de la guerra recuerde durante la proyección de Golpe de Estadio lo hermoso que puede ser tener en la paz el extinguido privilegio de estar en un juego como en el fútbol, con reglas claras, objetivos claros y victorias claras”. En un pequeño pueblo colombiano (Buenavista) donde la guerrilla actúa contra intereses de una multinacional petrolera van a suceder unos hechos muy curiosos: en plena fase de clasificación para el Mundial de EE UU 1994, Colombia juega contra Perú mientras ejército y guerrilla colombianas siguen peleando. Al marcar gol los colombianos, la euforia lleva al piloto de un helicóptero a lanzar un misil por error contra una antena. Horror. Los aparatos de radio y los dos únicos televisores de la zona quedan inutilizados. Es tanta la importancia de los partidos que restan, que los combatientes de ambos bandos inician una huelga que obliga a sus mandos inmediatos a pactar una tregua sin que se enteren los oficiales superiores. Tras reconstruir una antena, el decisivo partido entre Colombia y Argentina reúne a todos ante el televisor y logra un instante de paz que parecía imposible. Para más inri, Colombia venció aquel encuentro (un hecho real) por 0-5 en el estadio Monumental de Buenos Aires y se clasificó para el Campeonato del Mundo. ¿Y la tregua? Pues casi tan fugaz como la presencia de Colombia en el Mundial, aunque con gravísimas consecuencias...

En el festival de Cannes de este mismo año, acabamos de descubrir cómo ese fugaz paso de la selección colombiana de Valderrama y compañía ha dejado un reguero de sangre: El documental Los dos Escobar (2010), de los norteamericanos Jeff y Michael Zimbalist, recuerda la tragedía del futbolista Andrés Escobar, que se marcó un gol en propia puerta contra EE UU en ese Mundial y fue asesinado a su regreso a Colombia, puesta en relación con la vida (y su posible implicación en esa muerte) de Pablo Escobar, el narcotraficante, y un futbolero impenitente. Aquí abajo va el tráiler, pero yo ya estoy loco por ver el documental...

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