OPINIÓN

Elijah Wood y la premiere de 'Open Windows'

Elijah Wood y la premiere de 'Open Windows'
Elijah Wood y la premiere de 'Open Windows'
MADRID, SPAIN - JUNE 30: Actor Elijah Wood and actress Sasha Grey attend the "Open Windows" photocall on June 30, 2014 in Madrid, Spain. (Photo by Carlos Alvarez/Getty Images)
Elijah Wood y la premiere de 'Open Windows'

Elijah Wood se había convertido en el nuevo Luis Tosar.

Cada dos-tres semanas abandonaba la Tierra Media y se acercaba a Madrid para presentar la nueva película española en la que había intervenido. Ya nadie le recordaba como al simpático Frodo de El señor de los anillos. Aquello quedaba tan lejos...

Ahora era simplemente ELIJAH, ése simpático chico de inmensos ojos azules al que te encontrabas habitualmente por Callao comprando un cupón de los ciegos.

Esta vez tocaba película de Vigalondo: Open Windows. Vigalondo había empezado a rodar la película en 1974, todavía bajo el franquismo. Por fin, después de treinta años de duro trabajo, había conseguido terminarla. Había merecido la pena.

Aquella tarde de verano en Madrid fue mágica. En el cine Capitol se dio cita todo el que es alguien en el cine español: directores, actores, actrices, guionistas, Lucía Etxebarría y… Elijah. Elijah, tierna y adorable criatura. Desde su metro ochenta Elijah observaba a los madrileños que le rodeaban con una mezcla de desconcierto y envidia. Sus azulísimos ojos, parapetados tras unas gafas compradas a un moro de Lavapiés unas horas antes, parecían saberlo todo sobre el ser humano. En ellos había curiosidad, deseo, concupiscencia… AMOR. Bueno, no todo era amor. Por suerte nadie reparó en el cuchillo de caza que ocultaba en la chaqueta. Siempre lo llevaba. POR SI ACASO.

La gente se agolpaba a las puertas del cine expectante. Sabían que esa noche se estaba cociendo algo importante. La Gran Vía fue durante unas horas el sitio más excitante del planeta. Si no estabas allí no eras nadie. Las amenazas de ETA no habían conseguido enturbiar el gran ambiente que se respiraba en las escalinatas del cine Capitol.

La masa anónima entró en el cine y se dispersó hacia sus asientos. Las estrellas fueron pasando por el photocall. Las luces de los flashes centelleaban en el vestíbulo del cine. Las fotos hicieron retrasarse unos minutos el estreno de la película. Los espectadores aprovecharon esos minutos para detectar a los posibles objetivos en los que centrarían la noche. Nadie se engañaba. La peli de Nacho seguramente estaría bien pero nadie había ido allí por eso. Todos, TODOS, sabían que después de la proyección había una fiesta.

Ése era el objetivo: LA FIESTA.

La gran familia del cine español es endogámica y la gran mayoría de sus miembros se han acostado-liado-enrollado-follado entre ellos. En ocasiones como esta es cuándo se juntan en un mismo lugar todas las combinaciones posibles que se pueden dar en la alocada vida sexual y sentimental de un individuo/a del cine y la televisión española.

Novios, ex novios, rollos, rolletes, follamigos... Todo tipo de perversiones.

Pero para llegar ahí todavía quedaba pasar por el trámite de visionar la película.

Tras la presentación de la misma a cargo de Vigalondo, López Lavigne, Elijah y Sasha, empezó el espectáculo. Vigalondo había parido una obra potente, atrevida e inteligente. Y encima en cada asiento había un oso panda para cada espectador. No puedes decir nada malo de alguien si te regala un oso panda. Bien jugado, Vigalondo.

Los privilegiados que vieron la película desde el patio de butacas aplaudieron con ganas cuándo terminó. Rodrigo Cortés, Juan Antonio Bayona, Luis Piedrahita... Todos los grandes del cine español se rindieron a la maestría del cineasta cántabro.

Los pobres diablos que se agolpaban en los anfiteatros también aplaudieron.

Se sentían jodidos, claro. ¿Por qué tenían que estar ellos allá arriba? Ellos también eran importantes. Todos los que se apelotonaban en el gallinero tenían varios cortos en su haber. Uno había hecho hasta un littlesecretfilm. Joder, eran el futuro del cine español. A sus cuarenta y tantos años esperaban con ánsia el momento de recoger el testigo que directores ya veteranos como Borja Cobeaga o el mismo Vigalondo tendrían que ceder en breve. Sin embargo ocultaron su decepción. Aplaudieron mientras musitaban por lo bajo amenazas de muerte a todos los hijos de puta que estaban en el patio de butacas.

Tras la película todo el mundo se dirigió a La Carroza, veterana sala de baile de la noche madrileña dónde todos los invitados empezaron a cimbrear sus cuerpos a cargo de un delicioso cuarteto de cuerda que amenizó con chispeantes minuetos de Mozart la noche. Por si fuera poco una conocida marca de ginebras obsequiaba con una copa gratis a todo aquel que mostrara su invitación. GRATIS. La palabra mágica del idioma español. ¿Se podía pedir más? Todos los presentes rieron, lloraron y amaron.

La noche transcurrió de la forma habitual en este tipo de saraos: palmaditas en la espalda, intercambio de curriculums y muchos “yo también tengo un proyecto. Te lo paso mañana”. Lo típico. Más cosas típicas: Los Hermanos Prada estuvieran rodeados en todo momento por una egregia corte de bellas actrices y Borja Cobeaga, uno de los guionistas de Ocho apellidos vascos, entró en la discoteca montado en un bello caballo blanco. Al grito de “¡Cincuenta y cinco millones de euros de taquilla, cincuenta y cinco”! galopó por la sala repartiendo billetes de 50 euros entre los asistentes.

Elijah contemplaba todo esto con una sonrisa. Si sus compañeros de Hollywood estuvieran aquí... Tom, Nicole, Mathew, Leo... Los imaginaba en sus mansiones de Los Ángeles aburridos y desesperados, mirando via streaming la afterparty de Open Windows, sintiéndose desdichados por no estar ellos allí. Elijah echó un último vistazo a la pista de baile y salió a la calle. Se escabulló con discreción del grupo de Podemos que hacía guardia en la puerta de la sala y que golpeaba con bates de beisbol a todos los famosos que iban saliendo de la discoteca.

Sin duda, pensó Elijah, había sido una buena noche.

Al llegar a Fuencarral con Gran Vía compró unos tallarines a un chino. Pidió kétchup.

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Alberto López (@alberto2) es guionista. Su película favorita es La fiera de mi niña. Odia a Damon Lindelof.

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