OPINIÓN

El Bud Spencer sudafricano que el tiempo olvidó

El Bud Spencer sudafricano que el tiempo olvidó
El Bud Spencer sudafricano que el tiempo olvidó
El Bud Spencer sudafricano que el tiempo olvidó

Dice el refrán que “quién roba a un ladrón tiene 100 años de perdón”. El primer ejemplo que nos viene a la mente es el cine popular italiano del siglo pasado. Así es: los tíos copiaban todo lo que podían y más. Pero en su afán por imitar fueron capaces de sintetizar nuevos subgéneros que fueron, posteriormente, copiados y homenajeados por otras cinematografías. Es el eterno ciclo de la cultura pop. Y en los 70 no había nada más pop, más cine popular, que las películas de Bud Spencer y Terence Hill.

Ya os hemos hablado del clon húngaro de Bud Spencer, un actor de doblaje que se lo empezó a creer tanto que hasta adoptó su aspecto. No fueron los únicos: el siguiente imitador del actor vino nada más y nada menos que de… ¡Sudáfrica!

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Las películas de la pareja eran tan populares allí que la productora Kavalier Film, siempre atenta a lo que gustaba a las masas, decidió inspirarse en ellos y hacerles, casi, una película tributo.

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Literalmente: lo primero que vemos en pantalla cuando arranca My naam Is Dingetjie! (Dirk De Villiers, 1975) es… un cartel agradeciendo la inspiración a Bud Spencer y Terence Hill.

Creditos

Os juro que en mi puta vida había visto algo semejante.

Nos trasladamos a un poblado del oeste, uno de los más pobretones que hemos podido ver: y es que si en EEUU, España e Italia teníamos unos sets que iban entre lo correcto y lo resultón, en África no se rodaban demasiados westerns, y como comprenderéis, nadie puso mucho dinero para hacer una imitación de una peli de Bud Spencer. Para que aprendáis a apreciar lo que tenemos.

Y a todo esto: se supone que estamos en los años 30. Y en Sudáfrica.

El caso es que los dos protagonistas, un barbas y su hermano más guapete, se comienzan a meter en líos. Un grupo de maleantes les quiere echar de su propiedad, una vieja granja, para hacerse con el petróleo que han descubierto bajo el terreno.  Lógicamente, se llevarán una somanta de palos en una escena en un saloon que trata de imitar las peleas de su inspiración italiana… para fracasar totalmente en el empeño: el resultado es cutre, aburrido y con poca gracia.

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Los malvados conseguirán que uno de los hermanos sea arrestado, así que en el tercer acto de la película, el barbas tendrá que apañárselas para sacar a su hermano de la cárcel y dar su merecido a los villanos. Todo a un ritmo soporífero, con muchos chistes malos, juegos de palabras horrorosos y peleas con muy poquita gracia. Una película absolutamente intragable para cualquiera que no hable el idioma y entienda las circunstancias en las que se rodó. Imagino que si un sudafricano viera una de los Hermanos Calatrava pensaría lo mismo: “menudo mierdón”. Bueno, lo pienso yo y sí que las entiendo…

Ignoro en qué condiciones se produjo este My Naam Is Dingatjie!, pero es evidente que la Kavalier Films no era precisamente la MGM: se trataba de una pequeña productora dedicada a hacer cine de género. Sus mayores logros fueron la importación de varias películas de karatekas al resto del mundo. Aunque esta película no salió de su país, resultó que… ¡tuvo una secuela!

Quizá sería para aprovechar la construcción del set del oeste, pero ese mismo año 1975 también se produjo Dingetjie Is Dynamite! (My Naam Is Nog Steeds Dingetjie, Tom Hall, 1975), una secuela en los mismos términos, igualmente ignota e igualmente aburrida, que, eso sí, podéis ver gratis en Youtube.

Los sudafricanos dejaron de hacer imitaciones de Bud Spencer, aunque no dejaron de mirar a Italia: en los 70 también aparecieron una suerte giallos hablados en afrikáans que algún día reseñarían. Podéis respirar tranquilos: al menos no hicieron un film de Jaimito en Ciudad del Cabo.

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