— Oye, enhorabuena, me ha gustado mucho el guión.
— Joder, tío, gracias.
— Se nota que está escrito con mucho cariño.
— Dos años he estado con él.
— Na, yo solo le cambiaría dos cosillas.
— ¿Ah, sí?
— Pero ya te digo que me gustado mucho ¿eh?
— ¿Seguro?
— Que sí, coño. Si se lo dije al productor y todo.
— Ah ¿qué has hablado con él? Es que a mí no me coge el telé…
— Le dije: José Ramón, en este guión hay 15 goyas…
— ¡Hala! Qué exagerado.
— … si le cambiamos esas cuatro cosillas que te decía antes.
— ¿No eran dos?
— El principio y el final.
— ¿Cómo?
— Que yo solo cambiaría el principio y el final.
— ¿Sólo?
— Bueno, y la parte de en medio tampoco me funciona mucho.
— O sea que lo cambiabas todo.
— No, no, solo el principio y el final.
— Y la parte de en medio.
— Y el primer acto. Entero.
— ¿Perdona?
— Y al segundo le daba una vuelta. No lo veo.
— ¿Por qué?
— No lo sé, es algo físico…
— Algo físico… ¿El qué en concreto?
— Arcadas. Pero en el buen sentido ¿eh?
— ¿En qué universo paralelo las arcadas son síntomas de algo bueno?
— ¿No te estarás enfadando?
— No, es solo que…
— Oye, que si te digo todo esto es porque el guión me ha encantado.
— Por eso quieres cambiar el principio, el final, el primer acto y el segundo.
— Y el tercero también.
— …
— A ver, si cambiamos los dos primeros actos el tercero ya no tiene sentido.
— ¿Sabes cómo tendría sentido?
— ¿Cómo?
— Dejando los dos primeros actos tal y como están.
— Ya, pero eso no puede ser.
— ¿Por qué?
— Porque no funcionan.
— ¡Pero si me acabas de decir que el guión te gusta!
— Te estás poniendo en plan leona.
— ¿Eh?
— Estás defendiendo tu guión como si fuera tu cachorro. No estás siendo racional.
— Mira, Julio…
— A ver, que yo soy el primero que quiere sacar este guión para adelante…
— Pues lo disimulas muy bien.
— … pero no tal y como está.
— ¿Y cómo está si puede saber?
— Bien… Para ser un borrador.
— ¿Cómo que un borrador? ¡Es la sexta versión!
— Ya te estás poniendo otra vez en plan leona.
— ¡Me pongo como me sale de las narices!
— Ya me dijeron que eras conflictivo.
— ¡No soy conflictivo!
— Toma, bebe un poco de agua…
— ¿Quién te dijo que soy conflictivo?
— Eso no importa.
— ¡Claro que importa! Quiero saber quién es el hijoputa que va diciendo por ahí que yo soy conflictivo.
— Eso también lo dijo.
— ¿El qué?
— Que eras faltón.
— Me cago en la…
— Bebe agua.
— ¡Que no quiero agua, hostias!
— Tampoco acabo de ver el enfoque de comedia que le das a la historia.
— Qué raro.
— Yo lo haría todo más dramático.
— Más dramático...
— Lo convertiría en un cuento de terror. Una instrospección salvaje en la psique humana.
— Mira, yo creo que esto no va a funcionar…
— Quiero más sangre. Más dolor. Más vileza. Más desesperanza.
— A ver si lo he entendido bien…
— Seguro que sí, campeón.
— ¿Quieres convertir el guión, una historia luminosa y llena de humor, en un pastiche de Haneke?
— Tú también lo ves claro ¿verdad?
— ¡No! ¡No voy a permitir que mi historia se convierta en un…!
— No es “tu” historia, es la de todos. Ay, ese ego…
— ¿Quiénes son “todos”?
— Yo y mi coguionista.
— ¿Coguionista?
— José Luis, mi mano derecha. Ya sabes que viene siempre conmigo.
— No me habían dicho nada…
— Quiero que el que vea la película salga trastornado del cine. Quiero que el hijoputa que se gaste ocho euros en ir a ver esta historia salga de la sala con ganas de suicidarse.
— …
— ¿Tú quieres que le gustemos a Jordi Costa o no?
— Me la suda Jordi Costa.
— Claro, tú eres más de Boyero.
— ¡No! ¡Yo no soy de nadie!
— La leona…
— ¡Vete a la mierda!
— Ah, importante. No vas a salir en los créditos.
— ¿Qué?
— A ver, si José Luis y yo vamos a reescribir la película entera no me parece justo que…
— No se hace.
— ¿El qué?
— La película. Que no se hace. Renuncio. Se acabó. Finito. Hala, a la mierda.
— A ver, que pensábamos darte el 0´2 de los derechos de autor…
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