Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Clint Eastwood y el fútbol (1)

Clint Eastwood y el fútbol (1)
Clint Eastwood y el fútbol (1)
Clint Eastwood y el fútbol (1)

Me hace ilusión pensar que a Clint Eastwood le gusta el fútbol. Sí, el soccer. Nuestro fútbol, vamos. Imaginar que quizá se aficionó mientras rodaba spaghetti westerns en Almería; que Sergio Leone, del que algunos cuentan que era laziale, le introdujo en los misterios del balompié; y que incluso algunos extras como los que pueblan 800 balas (la peli de Álex de la Iglesia) le hablaron de la Liga española, del Real Madrid, del Barça y, ¿por qué no?, también de los oriundos. Hasta puedo llegar a imaginar que le gustaba jugar de central contundente. Pero eso sólo cuando la emoción me embarga. O cuando le veo hacer el saque de honor de un partido de la Liga francesa entre el Olympique de Lyon y el Sochaux, el 17 de octubre de 2009...

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Absurda ilusión, ¿verdad? Nada parece más alejado entre sí que los conceptos ‘fútbol’ y ‘Clint Eastwood’, dos imágenes que se repelen mutuamente, como no sea para pinchar un balón a tiros con la Magnum de Harry, el sucio.

Y, sin embargo, el maestro Clint ha dejado algunas pistas en su cine para que los chiflados como yo podamos seguir soñando: la leyenda de la afición al fútbol de Eastwood vuelve con fuerza después de ver Más allá de la vida, en la que aparece el fútbol, de refilón, es cierto, pero por dos veces. Ahí van:

1. Los sobrinos del personaje de Matt Damon pelotean con un balón “de reglamento” en el parque mientras él y su hermano interpretado por Jay Mohr discuten sobre sus negocios parapsicológicos.

2. De viaje en Londres, mientras cena en la habitación del hotel, Matt Damon ve un partido de fútbol por la tele, algo que parece ser un partido de la Liga escocesa con el Celtic de Glasgow de por medio.

Vale, de acuerdo, son dos pequeños detalles que tienen más que ver con el auge del fútbol como deporte escolar (las soccer moms aparecen ya por doquier) y con el folklore británico rebañado en cualquier película norteamericana que visite el Reino Unido. Pero suman. Y más cuando venimos de Invictus, película de rugby en la que este deporte se retrata muchas veces por oposición al fútbol. Desde la primera escena, lo único realmente magistral de una película por lo demás bastante rutinaria. A un lado de la calle, un equipo de rugby de jóvenes blancos entrena en unas instalaciones adecuadas. Al otro lado de la calle, y separados por vallas, niños negros, casi descalzos, juegan al fútbol en un solar abandonado lleno de basura. De por medio, entre ambos mundos, pasa el coche oficial de Nelson Mandela, que acaba de salir de prisión, liberado por el gobierno sudafricano. Negros y fútbol, blancos y rugby. Lo que hubiese podido dotar de contenido toda una tesis doctoral, a Eastwood con unas pocas imágenes le basta.

No contento con ello (y los cinéfilofutboleros lo estábamos esperando al ver la película), incluye en el filme el viejo dicho que vincula fútbol y rugby: los guardaespaldas negros de Mandela son aficionados al fútbol. Uno de ellos, que no quiere saber nada de los springboks (la selección sudafricana de rugby), ve como un compañero blanco le vacila y le recuerda la mítica frase: “el futbol es un deporte de caballeros jugado por rufianes, el rugby es un deporte de rufianes jugado por caballeros”.

Quién sabe, quizás el libro de John Carlin pedía a gritos esas referencias, pero tal vez el propio Eastwood se sentía cómodo con ellas, como demostró varios años antes en su otra película africana, la clave para seguir soñando con que Clint Eastwood es futbolero. Continuará.

[Aquí, en el trailer de Invictus puede verse parte de la escena inicial del filme, justo antes de que el entrenador de rugby diga que es "el día que Sudáfrica se fue a la mierda". Fútbol, rugby y Nelson Mandela]

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