Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

John Ford y la mejor camiseta de la historia

John Ford y la mejor camiseta de la historia
John Ford y la mejor camiseta de la historia
John Ford y la mejor camiseta de la historia

El juego era sucio pero la camiseta lucía blanca. A Don Revie le funcionó el ardid: el Leeds United pasó de vestir de azul royal y oro a enfundarse el blanco del Madrid de las cinco Copas de Europa por orden de aquel delantero rompedor que cogió el equipo a punto de bajar a Tercera y lo hizo campeón de la vieja First Division con un truco que cambió la mentalidad de sus chicos. La leyenda también destacará que el Real Madrid jugó de verde contra el cambio climático y olvidará que el rival era mi Espanyol y que ese diseño existía antes de que llegase a España la Cumbre del Clima rebotada de Chile. Nadie recuerda la verdosa del último año tristón de Mourinho, ni que ya jugó de esmeralda un empate a uno amistoso contra River Plate en una gira sudamericana en 1965. El mito precede a la realidad, lo dejó rodado John Ford y lo robó la mercadotecnia, y por eso recordamos que el Madrid jugó en la Unión Soviética en pleno franquismo de color rojo Pravda, cuando algunos aún lo llamaban encarnado, la noche que García Remón fue el Gato de Odessa.

Rescatamos leyendas quizá porque no hay un canon respecto a la mejor camiseta de todos los tiempos. A mí me gustan las Meyba de los 80 (perica a poder ser), otros recuerdan la de Alemania con ondas de línea aérea, muchos hipsters cantan el Cucurrucucú Paloma con la casaca de la URSS del 66. Y hubo quien defendió la horizontalidad de las rayas del Dépor antes del gafe actual. Imposible ponerse de acuerdo: aunque el National Football Museum de Manchester prepara una galería de los horrores bajo el lema Kit Crime, incluso la camiseta hemoglobínica de Darío Urzay es una joya de culto posmoderno al Athletic (y al kétchup).

¿Era bonita la camiseta del Leeds? Lo que no cuenta la leyenda lo desveló Jackie Charlton: Revie también decidió llevar a sus jugadores a los mejores hoteles en los viajes para que se sintieran importantes y, además, sabía que el blanco destacaba: sus jugadores veían mejor al compañero a quien pasar el balón. La leyenda igual no gana partidos, pero vende camisetas.

Artículo publicado el 12 de diciembre en AS.

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