Largos adioses, sueños eternos: las mejores películas de Raymond Chandler

Rendimos homenaje al escritor que llenó la pantalla (y las librerías) de femmes fatales y tipos duros mientras se peleaba con Hitchcock y Billy Wilder.
Largos adioses, sueños eternos: las mejores películas de Raymond Chandler
Largos adioses, sueños eternos: las mejores películas de Raymond Chandler
Largos adioses, sueños eternos: las mejores películas de Raymond Chandler

En cada despacho, un detective con sombrero de ala ancha. En cada mansión, una femme fatale de ojos felinos. En cada callejón oscuro, una paliza de muerte (o un cadáver misterioso). En cada conversación, réplicas tan ingeniosas como vitriólicas. Si has reconocido estos tropos, es que te gusta la novela noir. Y si es así, entonces sabrás que Raymond Chandler, el novelista que creó a Philip Marlowe, fue uno de sus grandes maestros.

Con permiso de su rival Dashiell Hammett (El halcón maltés), Chandler fue uno de los responsables de que la narrativa policíaca abandonase los whodunnits aristocráticos en favor de las historias sobre corrupción, sordidez, tragos de whisky y tipos duros. Y también ayudó a que esos estilemas saltaran al cine: pese a que su alcoholismo y su egolatría eran la pesadilla de cualquier director, el escritor fue también un guionista más que aceptable que trabajó, a trancas y barrancas, con las mayores leyendas de Hollywood.

En el aniversario de su muerte, que tuvo lugar el 26 de marzo de 1959, le rendimos homenaje recordando los mejores filmes en los que trabajó, o que adaptaron sus obras.

Perdición (Billy Wilder, 1944)

Raymond Chandler había visto ya dos de sus novelas adaptadas al cine (El halcón inicia el vuelo, a partir de Adiós, muñeca, y Time to Kill, sobre La ventana alta) cuando se estrenó Perdición. Pero su primera obra maestra como guionista no tuvo nada que ver con su propia obra literaria, sino con un relato de James M. Cain, el autor de El cartero siempre llama dos veces que adaptó como guionista.

Pese a que sus antagonismos con Billy Wilder dieron lugar a un delirante memorándum de quejas ("Mr. Wilder debe dejar de impartir a Mr. Chandler órdenes como 'Ray, ¿puedes abrir la ventana?' o 'Ray, cierra la puerta" era una de ellas), el resultado de esta colaboración fue una película que batió todos los récords de sordidez en el Hollywood de la época, con las tremendas interpretaciones de Fred McMurray Barbara Stanwyck y cimas de la tensión como ese diálogo en el supermercado. La polémica estuvo garantizada, y su lugar en la historia, también.

El sueño eterno (Howard Hawks, 1946)

Tan aficionado a castigarse el hígado como a resolver problemas de ajedrez, y dotado de una lengua viperina, el detective Philip Marlowe es el personaje insignia de las novelas de Chandler. Así pues, aunque su debut en el cine tuviese el rostro de Dick Powell (en Historia de un detective), era natural que su encarnación más lograda corriese a cargo de un actor que coincidía con él en lo dipsómano, lo ajedrecista y lo impertinente: Humphrey Bogart. 

Para variar, el rodaje de El sueño eterno fue complicadillo: Hawks cometió un pequeño desfalco comprándole los derechos de su novela a Chandler y el romance entre 'Bogey' y Lauren Bacall (se casarían tres meses más tarde) puso las cosas al rojo vivo. Pero las interpretaciones fueron sobresalientes, los diálogos (obra de la gran Leigh Brackett) cortan como navajas y el misterio es tan intrincado que, cuando el director llamó al novelista para preguntarle quién era el asesino, este respondió "Decídelo tú, porque yo no tengo ni idea".

La dama del lago (Robert Montgomery, 1946)

La adaptación más extraña de una novela de Raymond Chandler es también una de las películas más peculiares del cine de su época. Porque La dama del lago es una película rodada íntegramente en cámara subjetiva. 

De esta manera, para saber que es Robert Montgomery quien interpreta a Phillip Marlowe, uno tiene que fijarse en los momentos en los que el rostro del actor aparece reflejado en un espejo o en el cristal de una ventana. Pese a esto, y aunque Chandler se agarró un cabreo de órdago con la innovación (hasta el punto de retirar su nombre de los créditos) el filme recibió buenas críticas y fue un éxito de taquilla.

Extraños en un tren (Alfred Hitchcock, 1951)

Mientras Billy Wilder era un maestro del pullazo y del tocar las narices, Hitchcock se había ganado el título de director más pasivo-agresivo de Hollywood. ¿Adivinas cómo fue su relación con Raymond Chandler? Exacto. Por si eso fuera poco, recordemos que Extraños en un tren adapta la primera novela de Patricia Highsmith, otra maestra del mal rollo en la ficción y la realidad…

Nada más empezar la preproducción del filme, Chandler no se cortó en señalar que la novela de Highsmith le parecía "un cuentecillo estúpido", y motejó a Hitchcock como 'el gordo hijoputa' cuando le vio saliendo a duras penas de su limusina. Así las cosas, el director terminó arrojando su libreto a la papelera (literalmente) y fueron su mujer Alma Reville y los guionistas Whitfield Cook y Czenci Ormonde quienes llevaron el filme a buen puerto. Sin embargo, dado el tirón comercial del escritor, los productores prefirieron conservar su nombre en los créditos.

Marlowe, detective muy privado (Paul Bogart, 1964)

Las cosas como son: esta película (adaptación de la novela La hermana pequeña) no es nada del otro jueves, y la interpretación de James Garner como el detective más chandleriano no está a la altura de la de Bogart. Así pues, ¿por qué la incluimos aquí? Pues, para empezar, porque adapta las peripecias de Marlowe en tono de comedia: tras la muerte de Raymond Chandler en 1959, Hollywood podía tomarse muchas libertades con su obra.

¿La segunda razón? Que Marlowe… supone la irrupción en el panorama noir de nada menos que Bruce Lee. Aunque aún quedaban unos años para sus obras magnas como Karate a muerte en Bangkok Operación dragón, el astro hongkonés ya era conocido en EE UU gracias a su papel en la serie El avispón verde, y aquí se marca un par de apariciones breves pero intensas, destrozando el despacho del detective y demostrando por qué las patadas voladoras no son buena idea en según qué lugares.

Un largo adiós (Robert Altman, 1974)

En opinión de algunos, empezando por el propio Raymond Chandler, El largo adiós es la mejor novela de la saga de Philip Marlowe. Así pues, sorprende que tardase tanto en llegar al cine. Y también que, cuando lo hizo, fuese de manos de un Altman en la cresta de la ola y decidido a parodiar los clichés del género hard boiled.

La cosa salió bien, pese a todo. Algo que se debió, con permiso del cineasta, tanto al guion de una Leigh Brackett que regresaba al marloweverso tras El sueño eterno como a la interpretación de Elliott Gould, mostrándonos el lado más afable y bonachón del personaje a través de detalles como la relación con su gato. Además, para acentuar el tono  desmitificador de Un largo adiós, Brackett y Altman decidieron llevarse la historia al Los Ángeles de los 70, una ciudad tan brillante y corrupta (según ellos) como la que Chandler había descrito 30 años atrás.

Adiós, muñeca (Dick Richards, 1975)

Sería por El padrino, por Chinatown o por la crisis del petróleo, pero lo cierto es que el noir había vuelto a Hollywood y había que aprovecharlo. De modo que podemos añadir un nuevo nombre a la lista de actores que han interpretado a Philip Marlowe: ese Robert Mitchum que, con 57 años, era bastante mayor que el detective en las novelas.

Si bien Adiós, muñeca había sido llevada al cine con anterioridad, esta versión pudo permitirse adaptarla con mucha más soltura y sin edulcorar su grimosa trama de prostitución y adulterio, con Charlotte Rampling y un joven Sylvester Stallone (haciendo de matón, claro) en el reparto. Mitchum, por su parte, le cogió gustillo al personaje, interpretándolo de nuevo en un remake de El sueño eterno (1978). Hasta ahora, sigue siendo el único actor que ha repetido en el papel de Marlowe.

Poodle Springs (Bob Rafelson, 1988)

Como suele pasar con los escritores ambiciosos, Chandler quería que las novelas de Philip Marlowe fuesen algo más que una colección de intrigas: sus libros serían una crónica tanto de la evolución personal del detective como de las corruptelas de la ciudad de Los Ángeles. Una pena, pues, que Poodle Springs (la novela que mostraría a un Marlowe casado con una rica heredera y al borde de la muerte por aburrimiento) quedase inconclusa a su muerte.

Pero, cuando los herederos quieren sacar pasta, no hay defunciones que valgan: el manuscrito de Poodle Springs fue rematado por Robert B. Parker (el creador de Spenser) y publicado en 1989. Es esa versión la que adapta este competente telefilme de HBO, con James Caan como el detective y Tom Stoppard firmando el guion, que se estrenó en pantalla grande fuera de EE UU. En espera de que Liam Neeson debute como Marlowe en la serie homónima (que, esperemos, no se retrase demasiado), este es un buen lugar donde terminar nuestras pesquisas.

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